Batían sobre mí en callado do menor
picadas olas de colosales afectos,
pobres solitarios afectos infectos
de gladiador en coma oblicua de su honor
Pobre de mí sin vívidas disciplinas;
Tan solo un tallador de alquímicas letras,
de alma no-común improvisadas vetas
trajinadas en las aguas anodinas;
pobre Pierrot hurgando crüeles grietas,
la secular malla del mísero señor:
lucían por siempre vivas las caretas
mientras fingían las mentiras del clangor.
Pero la sangre del escrito armónico
Curtía las Vetas de tierras abstractas
Con simples espectros de sello químico
Revelando secretas improntas,
subrepticios pasos
del
importuno amante
por las puntas líricas del diamante
las horas-lúcidos‑atajos
de las tibias tardes-ocasos.
Bajo
el mágico temblor de las querellas
Sólo
quedaban las groseras huellas
Innombrados
bocetos vergonzantes
Del
asco mundo eternos habitantes.
¡Pobre de mí, saco de hueso
que no conozco mi nombre
ni las claves de venta-acceso
que usa el vertical hombre!
Anticuado Perogrullo
sin práctica ni comercio
con el habitual barullo
que suprime excluso tercio
e
impone el sucio tráfico
de
números y algoritmos duales
cargando
el tiempo tóxico
en
contraseñas ritos vanales
ni
verdaderos ni falsos
apenas
residuos de auroras,
de
cielos en partituras
encallados
en crueles cadalsos
tendiendo virtuales trampas
sobre puertas de rocas lógicas
y erodando lisas cerámicas
con aguas de expertas hampas.
Disuelto ya inconsistente mismo
En desaforadas hordas divergentes,
Arrancaba el canto en el abismo,
el creciente ulular de los vivientes.