domingo, 26 de junio de 2011

Analfabeto coronado

Analfabeto coronado 
Por donación sonámbula del público de hielo,
Aquí
En la mansión de los maniquíes transparentes,
De los móviles moldes como veletas,
Al amaño de los locos vientos,
Electrónicas rosas de plata sucia
Coronan en ridículo y tormento
A los aturbinados esqueletos de moho
Tornillando sus danzas dementes
entre los siete círculos viciosos
del paraíso‑sello
de Alef‑Dionysos

Aquí y ahora,
La frente sudando antiguas brutas estrellas
Del estéril poeta que abortó la abundancia
En blanco hueso,
Informe forro desamparado
En lucha quijotesca con letras de hojalata
O espeluznantes vidrios
O lavas de sórdidas huellas,
Como desperdicios‑risas‑saetas
Que le rechiflan augustos autómatas de silicio,
metahabitantes del gozo y del obrar
soberanos del sufrir y el fantasear

Incoados como liendras
en los axones de sus dendritas

liendras radiactivas
manando zumos de guerrilla
en las vejigas terminales
de sus signos‑cometa
desolados viajeros de mentales órbitas

Plantado allí
encajado entre los pétalos‑aletas
de la corona quirúrgica,
como entre un diamantino esqueleto de serafín,
exilado de las virales despensas de la Gracia,
claveteado por las insinuaciones polen‑metálicas
de los ubicuos moradores de su alma
-enconados como liendras guerreras,
Liendras eternas, soplos anticristo
Incoando antipoder y extracultura
En el azufrado mantel‑tambor de sus nervios catalépticos.

Rosas de plata ácida
brillan y coruscan tétricas, insistentes
al fulgor de un sol ya ido y sin regreso,
bruñidas por el sol negro del secreto,
quemando a dentelladas lúcidas
y electrocutando la crisma de cristal
del sereno expósito en lívido desnudo.

Incandescer de carcoma entre sus bordes‑barricadas:
inventaba analfemas,
deliciosas tonadas
bajo su sombra demoledora,
y me operaban, me marcaban,
me araban con encavadores espectrales,
contra un fondo en líneas de fuerza
azul‑limón,
que giroscaban en túneles recios
de templadas huellas astrales
 y noches de carbón,
molían mis órganos las seculares ruedas.

Flotar, volar era sentir el fondo
como imperceptible forcejeo
en líneas de corriente y umbrales de desaparición
retorciéndose en recios túneles de lava mental
y nubarrones y humaredas de bohemios bardos,
nieblas de polvo cerebro-cortical
sosteniendo la caída sin par,
en diálogo místico con las franjas de pequeñas muertes.

Sobre sordas voces de modulado cuarzo,
sólidos timbres fósiles
de ritos‑hombres‑trabajos,
arpegios de dioses extintos
y locos estrangulados;
contra el coro de voces en granito
surtía el hilo de grácil poema
marcando de silencio sus ligeros pasos.

Corona cáustica de cisma
es la que otorga imperecedera linfa
rosas de plata  cínica
esqueleto de luz justicia
royendo en danzas químicas
las sienes falsas incultas
en que afilan los vientos su silbido
conviniendo santo y seña de tahúres
que en la noche tirarán los dados
decidiendo las nuevas letras.

Allí me plantaba,
atado a la máquina de torturas,
y coronaban mi cabeza inane
rosas de plata en complot
brindis de feéricos robots
entre los rejos nerviosos
al rojo insangüe
del poeta en exilio sin poema
puros débitos tensos cables vacuos
donde acunan al amanecer
los delirios y las fieras‑asbesto
del desierto Tor.

Y sus perfidias galvanizadas en pálido
giran y giran magnéticas, fijas, heladas:
sádica ronda de lúnulas frías,
contra noche de bruno terciopelo,
de glaciales jueces suplicio
en disímiles órbitas de fiebres pías
por los tornos crispados,
los erodados quicios,
de la rebotolante testa podrida,
germinada de excéntricas pelusas.

Rosas colectivas
de sabio metal maligno
danzan sentenciosas,
burlando éxito y fracaso:
consagrando los nuevos cerebros a la criba,
a los dientes de leche en agujas maestras
de los místicos sabuesos corpulentos
que atendían las laderas de las sombras,
y lubricaban los volcanes del Scheol
la sed roqueña de los abismos
con los tesoros angélicos de la sangre prima
o neumática nuclear de la eterna juventud.

Rosas de linfa al acecho
Señales en cristal testigo
de que las fuerzas disponen de un cuerpo,
de una escala de cojines
para caer y conjugarse
y de que se cuenta con víctima fresca
para llevar al supremum,
a la grieta de las fulguraciones gratuitas,
su cuota de tiempo palpitante,
los géyseres anales de la sangre,
hasta ponerlos a brotar
y a cantar en ambrosías siderales;

hasta hacerlos simular los perfiles en bosquejo
del Cosmos‑Jardín en hilachas de floresta,
las máscaras lácteas del Firmamento‑Fiesta
contra nemorosos crepúsculos bermejos;
hasta hacerlos soñar el sortilegio
de sus propias máscaras combustas.

Las terribles flores inquisidoras
cobran en afanado blanco lancinante,
en semen que arrancan por tributo
de las últimas dendritas espinales,
el sagrado precio del dolor en bruto
que vive y reina en externo andante,
en el que templan su milagro los virus y las piedras
y del que sacan su vapor los versos inspirados.

Flores como inmensos leucocitos
Rondando en pausados círculos viciosos
El pozo anímico que eligieron las Visiones
para extraer el néctar violeta de los Limbos
y gozar ad aeternum del néctar‑sangre
que envuelve las estrellas dubitantes.

Rosas de excéntrico mercurio
Ecuánimes bailarinas cirujanas,
armadas de cortantes nimbos,
esculcan los cartílagos arrugados,
las páginas viscerales del pozo cantor,
buscando tierno ámbar filosofal
que a las máscaras del ser
dé juventud y veracidad
y a ellas el deleite que merecen como ancianas
de emborracharse con su perfume ultrasexual.

Y transforman esa masa de cesos‑miel
Que canta sólo por flotar
Efímera y cansina
Y la hacen fluir en raicillas laterales,
de dulzura y prístina ignorancia
por desperdiciarse en ondas pintadas
y en mutantes ondas de papel
que disfracen el espacio intenso
(como una piel de virgen atrapada)
de panteras y arlequines estelares.

Virtuales caracteres de famosos libros
Ecos puros de ese cirio cantante
El coágulo vertical,
de siseante miel medular
que en la abollonada noche del cuerpo
trabaja y serrucha clandestino
por escapar a las hordas de similares
y difuminarse en calladas risas de papel,

que enmarañen el mundo de guerrillas
y coralinas aleluyas incendiarias
navegando los abismos en silencio
silencios de códigos y maromeros asteriscos
en fuga sin tregua de los precipicios generales
que se van configurando en todo sueño
-asterisco mensajero
intercalado en la trama de risas‑espuma
que brinda expansión y eternidad,
aporta brisa y aire de las alturas.

Esa masa, ese coágulo, esa crisma de cristal,
esa esponja ilimitada,
ese enredajo de hilos en rizoma,
esa generosa movilidad transcarnal
en fragmentos de signos microalfabéticos
posa ahora coronado
bajo el suplicio demente de las rosas en corona,
pasa a ser tullida estatua escarnio analfabeta
sordo pozo en bloque sed monumento del deseo,
mudo y ciego testigo del milagroso PASO.

José Guillermo Molina
1974
Medellín, El Corazón, junio 22-25 de 2011

lunes, 6 de junio de 2011

Felicidad es el triunfo sobre la muerte que es origen y final

Felicidad es el triunfo sobre la muerte

Felicidad es triunfar sobre lo muerto
sobre la muerte como origen y final
felicidad es el sello de lo eterno
que habita en el ínterim.

¿En qué medida la felicidad puede expresar el triunfo sobre la muerte? ¿Puede haber una tal cosa, puede "alguien" triunfar sobre la muerte? ¿Es la felicidad algo de alguien?
Que me importa a mí la muerte! Mientras sea corriente de conciencia salvaje, sólo pertenezco a la vida y la felicidad que escancia por igual el gozo y el dolor. Sólo pacto con quienes derrochan su energía en alegrías inexplicables y componen los dulces instantes de la creación, la tela presente de los cuerpos.

Esos pájaros de Jauja
Esos pájaros ocupados
en sus mañanas de frutas
de verdes ciruelas y mangos niños
guayabas inaccesibles a humanas codicias,
a las que solo ellos, actores inquietos,
ubicuos gestores de rutas
hacían los honores en su vuelo
sincopado de alegres piruetas
al fondo reverberante verde
sobre el que cruzaban sus señas
y abstractas palabras de prisas
los ángeles del vuelo libre
en el baño de sol de sus delicias,
llenando de cuitas y preguntas
la bóveda cercana del mediodía
cuajando de líneas y melodías
el vientre iluminado del silencio
conjurando al Olimpo entre la jungla.
Esas aves cantaban con voz de doncellas
en conciertos de la pluma de Vivaldi
que sonaban en los arcos de imaginario tiempo
entre dadivosas arboledas de aire gratis,
las misteriosas avenidas de Jauja
cuajadas de silencio y rizado andante
acompañando al sol que marcaba sonrisas
en la ceñuda densa sombra bruja
y silente trazaba sus doradas huellas
sobre la piel amorfa del cuerpo de cenizas
conciertos en los que se pintaban caminos
continuos, sinuosos, reptantes, eléctricos
entre cellos, violas y agudas cúspides de violines
conciertos en solitario treno
de los más dilatados instantes
entre la piel ajedrezada de la tarde
a contradanza de pasos en cruz,
por nuevos suelos cósmicos
en los claroscuros de hojas y parches de luz
que cantaban el paso delicioso de las brisas
cantaban los ángeles y en su alimento
brindaban por las pasmosas simetrías
que se armaban en el azar de la tarde
sobre la mesa pantalla de la luz paciente
Esos pájaros del Corazón,
en las goteras de Medellín
ponían de presente otro tiempo
otros ideales musicales
y otro clima de aromas en jazmín,
de alegrías y volátil aliento,
dibujaban en la luz de mieles
con sus picos en ágil tornasol
el placer de estar vivo
vibraba en solo de platino
penetrando cada poro atento
en el aire de mármol renacimiento.
Con la sonrisa
prevalecían los tiempos redivivos.
esos pájaros sin jaulas
dibujando los caprichos
súbitos del loco viento,
escribían en azarosa letra,
(inteligible sólo a niños
fuera de las aulas),
los dulces livores
del magno poema libertad
cantaban a la rosa de los vientos
su sencilla canción sin antifaz
único tesoro de su felicidad
de la felicidad universal
de una mañana a plena luz
bañada en invisibles de oro
y envuelta en pliegues de nardo y abenuz,
en simple fragancia de aire puro.
José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón
Noviembre diciembre de 2007
Sólo se trata del triunfo del instante eterno,
aleatorio e indeterminado.

jueves 5 de junio de 2008


Felicidad e incertidumbre

Zozobra

Leve desnivel
un escozor que avanza
irreconocible
dejando a su paso rumores en todos los sentidos
ligeros cascabeleos de mística pavura
de escasa existencia
e insoportable insistencia

domingo 24 de febrero de 2008


Gotas de poesía

Cenizas de Venus
Estos ecos oí de la noche,
cuando el amor urgía y en la noche huí,
cual libre prófugo sin rumbo
entre maquinubes de organdí
volando en cielo de derroche,
platea del más ignoto limbo.
Estas quejas
de suave plenilunio
silencioso y metahumano,
de abstracta indiferencia
y transhumante gracia
vagando en su perfume,
como sutil coche
entre la brisa amorosa de junio
saturada de amor pagano
y vaivén de canciones añejas.
Esas sedas de incomparable simpleza
se abrazaban y repelían
desde el rescoldo a las cenizas:
arenas rodando en cardumen,
sales y risas
entre tus dedos amigos:
amor seco y de minerales,
el que me arrojaba en olas de piel
hacia tus canteras de sinfónicos corales,
milenarios estratos en carmines y fresa,
perennes labios testigos
del singular trajín de los deseos.
Esas gasas de inconsciencia
vagaban con sus pliegues insinuantes
en sidéreas orgías de cenizas:
estas quejas, estas dudas
que siembran en mi corazón tus besos
cuando escarbo entre tus senos
de oscura madre tierra
la muelle identidad de las calizas,
la tierna suavidad de tus caricias
al fondo de esas noches melusinas.
oh tú, oh Señora
entre láctea noche fantástica
ven a mis brazos de endrina fuerza
brinda a mi boca la cópula que añora:
¡al dulce fragor de rojas dunas,
arda nuestro abrazo en pulpa fresca!
en brasa viva como el beso de lunas
que une las llamas al carbón y la hojarasca!
¡En carne viva de arenisca
se rocen nuestras almas en su lucha!
y tu quietud perfecta
en luna llena envuelta
active el géiser de mis locas alegrías
desate en nuestros pechos ruda trenza
y haga rodar el aro ciego
de nuestra sed frenética
hacia el móvil piélago
de sempiternas letanías
esa quietud de aljófar en ofrenda,
altar sublime de tu cuerpo bajo la luna nuda
congela el espacio y lo ilumina
con el único perfil de tu sinuosa senda
y el dulce aromar de tu rosa mística,
la rúbrica hipnótica de tu leche fina,
oh tú, señora de jazmines
y pálidos errantes meteoros
buscando silencio
pausa neutra, aliento,
mágico flotar de coros
entre tu soplo inmenso:
rauco vozarrón de ocëano
viento
salvaje de la vega,
preñado de múltiples anhelos,
figurados en el viaje craneano.


Beso tus pies ligeros
que me señalan con sus dedos coralinos
sutiles senderos de vagancia
de infinita y prohibida errancia
entre tus senos y labios y pieles de sotílegos perfumes
deliciosa láctea fuga.
¿Qué otra cosa pudo ser el instante
perdido entre sombras y vinos
de la joyosa delicia que brotaron los cuerpos,
sino este perpetuo murmullo
que alienta y orienta
el tiempo neto de lo mismo,
esa llama perenne que late
en íntimo sancta sanctorum?
Busqué por toda senda
sin atinar tus dedos,
por todos los caminos
saboreábame tus besos
en prolongada ausencia,
y el desierto era mi única prenda.
Todos quedaban de ti
mil cosas musitando
y cada nudo existente
que sintiera mi mudo lamento
acusaba de ti solo tu paso reciente
y disfrutaba aún tu aroma en golosina.
Por todas partes flotaba el tapiz
de tu tierno perfume hecho evento.
Me guían mis lobos señeros
soñando la miel de tus cariños
y el cálido abrazo de tu toga,
Con el brillo de los astros en la rosa
y las fragancias carnales de tus jardines:
el viaje lo guían cocuyos y juglares.
Recíbanme tus brazos, mágica zoga
que me ate a tus himnos, ¡noche armoniosa!
Abre para mí tus mágicos senderos
do fulguran sin cesar cometas niños.
José Guillermo Molina
El Corazón, Medellín
Última versión: Mayo 6 de 2007