jueves, 21 de febrero de 2013

Piedras vivas


Las piedras tienen vida,
son costras,
entumecidas pieles a la deriva
de vidas persistentes,
guardianas de las fuentes
do preciosas cifras fulguran,
mientras un nuevo héroe en caracol
rememora adagios de canciones nuestras
sinfonías remotas del antiguo sol,
esculpidas en etéreas partituras.

Piedras limpias y virginales
 serán nuestras vidas futuras,
lápidas inminentes
del ensueño y del letargo azul,
altar del gran rito
donde se juega sin cesar
el perpetuo azar
de existencia en grito,
de existencia en redes
de cristales fijos
con movimientos nimios
en hipotéticos vergeles.

Las piedras amorosas
guardianas netas
tan tranquilas,
tan eternas
de auténticas líquidas escrituras
capaces de toda potencia de varianza
grababan el testamento en cifras
del gran pasado de migrantes almas‑nombres
que componían en meteoria
su vacilante paso imperceptible.

Las piedras son antepasados
Que han visitado más de cuarenta
veces los altos hornos
del macma justiciero;
las piedras son nuestros sellos purificados,
perdurables adornos,
imborrables estigmas que nos distinguen
y nos enumeran sin posible cuenta
en el viaje certero
a profundas superficies de soles interiores
insalvables, inevitables
que nos devuelven a corrientes paralelas:

pasar por los hornos
era vivir la absoluta individuación
el cuerpo absoluto en acuarelas
de vetas puras, primigenias
sin órganos, sin pactos
la única experiencia del átomo en cocción
bordeando en dorados contornos
sus centros vacíos
donde imperaban microdelirios
 que anudaban el sentido
y también la pérdida de todo juicio.


Nuestra triste miente‑mente que olvida
en seguida
y traiciona y delira
y quema en honor a las piras
del inmenso cosmos que en silencio llora:
¿Cuánto más duraría el viaje,
la sinfín errancia
sin el debido traje?
 ¿Cuánto más?
¡Cuánto más, Usargot,
Cuánto más viajáramos por la eterna esfera!
¡Tanto más cerca de aquesa mujer de Lot!
 En éxtasis de piedra
O congelada cera,

¿Cuánto más se extendería esta transmutancia
entre harapos sin nombre,
loca saga entre girones de alma
cuyo mutismo a nadie enamora,
ni en piel de mundo alucina
sino tan sólo entre infiernos y vacíos involuciona?

¿Cuándo al fin vestiremos
el sayal austero,
de preciosos cristales altaneros,
el sayal de acero
en lámina templada,
o el cifrado sello fósil
para atravesar las atmósferas de hielo
en busca de amante en huida
o la buhída amada
en nocturno vuelo?

O lisas y pulidas
brillantes cornubianas,
amantes de las aguas rumorosas
de sus coros de gotas
y caricias de láminas en lenguas
de los vientos con sus prisas y sus quejas
sus sacos de palabras de mensaje único:

Después de los fuegos
e inauditas presiones
de sus metamorfias circulantes
por magmas y volcanes,
sólo les hablaban,
los vientos, las aguas de cielos
los aromas de vegetales almas
del milagroso paso inevitable
con el que aún brillaban efímeras,
de flores y leteas canciones,
las vagarosas praderas
que palpitaban de sueño y añoranza

Amantes del silencio espléndido que las aplanaba
en altares impenetrables,
 en el seno de un tiempo primordial
en éxtasis bendito
desgranando rosarios de instantes
que le tejían a la tierra un manto de oraciones
un cuerpo difuso
levitante lito
 de vacíos y ausencias
en gran himno colosal
que entonarían en coro las mujeres de sal.



José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón
Julio 20-24, Agosto de 2008

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