Las estrellas diminutas
eran hijas de la luna
de los inmensos senos de la luna madre
eran su leche y su silencio levitante
eran sus besos arrozudos de amor gratuito
Las pequeñas estrellas niñas
de luces amantes
y embaidoras mieles nocturnales
promulgaban con los grillos de la noche
su herencia de ternura inagotable
Regaban por doquier su risa
y callada dulzura
dispersaban su leche de prodigio
en serena balsámica brisa
y al alma sumían en divina locura
Dispersaban por todo resquicio
sus bohemios nidos de amor celeste
y sobre los pueblos dormidos
caía en alimento sabio
esa niebla de sueños bondadosos
que se tejía entre las selvas
con la pluma febril del gran genio
y se cuajaba en luces violetas
de inaudibles arpegios
en que cantaban las lechosas esferas.
La luna madre bañaba en música mística
con su manto de soplos alucinados
la piel entera de la noche eterna
y en lo hondo del gran océano
se cuajaba la nueva sangre del mundo.
José Guillermo Molina
El Corazón, Medellín
Julio 20 de 2018
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