Gotas ya no caían:
sus letárgicos conciertos
habían enmudecido sus lenguas
Era el verano, de callados perfumes
Brillaban las
flores nuevas,
las hijas de los desiertos
que gustaban llenarnos de serenatas
Hijas de las
últimas aguas,
Del gris y del
invierno,
forjando húmedas bravatas
Músicas perennes
de escorrentías,
coros de gotas cantarinas que lavan
y demuelen las más nubiles capas
o los coros profundos de antiguas aguadas
Los vecinos todos
reían
Llenaba el sol
los corazones.
Y llegaba su luz
sinigual
hasta los más
oscuros rincones;
removía en risa y
alegrías
a las almas pegadas
en nieblas y en tristezas
torcía empecinados
en alertas al azar
las nubes
luminosas y festivas
corrían en graciosas
hordas salvajes
a veces a lenta
marcha
y en otras a toda
vela
hasta la niebla
en paso franco o tumultuario
se cumulaban en
selvas de fieras fauces abiertas
fabulosos
animales en crepusculares gestas
en tanto, sin
negras nubes tronantes,
se iban disolviendo en nacaradas
y veraniegas
brumas
sus feroces
actitudes
cual debieran
diluirse en aéreas dichas
todos los
temores, tumores y acritudes
que nos fueron
inculcando los inviernos.
José Molina
Franja Lunática
27-12-22