lunes, 5 de noviembre de 2012

No volvió a llorar 1

Por montes y collados
por valles y corales
no volvió a escucharse
su clamor correr en llantos
cual tormentas de voces astrales

sólo el viento danzaba solitario
al lomo de los atónitos roquedales
solo tu voz dudaba en las filosas crestas
y pronunciaba mi nombre aciago
fracturado en esquirlas de fusas eternas

domingo, 21 de octubre de 2012

Nuestras caras de aire


Dedicado a…….

Una frente a otra
       puro aire
       vacío sapiente,
nuestras caras 
de luz arena
aroma de diosa 
y tus pechos al fondo,
leves sinuaciones
en sombra-tierra
contra tu piel de insomne porcelana

cristalina y radiante
cual la Tellus magma gigante

amorosa e indiferente
dueña del enigma,
cual diosa de incomparable belleza
puro cielo en azul y rasgada blancura
sumido en misteriosa extrañeza
sobre mi polvareda amante
el rizado de mis emociones
la piel hecha polvo de estrellas,
leve nube de cenizas
sobre tu vientre virginal rudo estigma

herido y en grieta
cual la Tellus mártir casta
algo visto
algo olvidado,
algo soñado?

pendía de tí
de tu sí
de tu amén
de tu beso
en fresa-carmín
y tu ardiente abrazo
en suaves pieles de harén,
de las que desplegaba en sortilegios
el sutil canto de Scherezada,
sus dulces labios de jazmín.

El hondo Lamento de Ariadna
Temperaba en desierto la saga agarena

Vengo por ti
por  tu loco corazón
sumido en embeleso,
y de tu místico jardín,
envuelto en luz alba de oración,
enibrantes aromas llevaré
para impregnar en tus esencias 
las mágicos poemas de mi alma,
los abstrusos látices conciencias,
inspiradas mallas de mi geológico tiempo cerebral.

El canto de las musas
me adormecía en eternos musgos y rosas.

Saludaba contigo las mañanas
de tonos en variada literatura
y nos hundíamos en las largas tareas de los días
sin más aire mutuo de refinada dulzura
que el leve rumor en caravanas
de lontanas poesías,
hurañas cual eremitas Cintas,
que sucumbían al olvido inmediato 
o teñian de emocionadas tintas
chinas, indias 
o de cualquier sortílego desierto,
los horizontes del tiempo ido.

El irremisible tiempo perdido
Núcleo vivo de cualquier tiempo recobrado.

domingo, 7 de octubre de 2012

Fuga en oros y meteoros



        sólo al fondo del odos
de oros y meteoros

sin dudas ni torturas de corazón
con mis viejos sueños como únicos anuncios

allende los montes en frío carbón
de rampantes azules silencios

lejos de norte y  sur
                  lejos de leche materna y humana cordura

                          puro camino sin fin,
tejido en teorías de palabras sin habla

sutil polvareda manchando el azul,
el cromo matinal con que ofuscaba el infinito

meteoro ecuatorial,
vagando en sueño cual vacuo Arlequín

un poco de ocre y tierra,
de musgo, de bosque y de niebla

sobre la escritura sólida y pareja
de hiperastral granito

                  en esta pampa de sólo negrura
        habitaba mi alma su neutro espectral

cataba mi sangre el gran silencio mineral
que coreaban en abismo hondas vihuelas

cabalgando las olas incesantes
sobre súbita pleamar, amplias estelas

serpeando entre los cantos de arena
nimias voces que emitían el continuo

obscuro zumbido de la selva
esa ola verde de ciega vida plena

montada sobre anciano tejido exiguo
en sedimentos de milenios

gran canción eterna de residuos
en oleajes rítmicos de sirena

Quijotesca armadura de dispersos
Enredados en telas de mudos arpegios:

Pura armonía
En la criba del azar



lunes, 1 de octubre de 2012

PARA QUIÉN?

Resultado de imagen para vino de locura

Para quién publicar si mi alma seca y sola está
inconsolable sin posible amor o ternura

         Que comparta con mi áspera nux

         el lontano jardín de la felicidad

             imposible esperar arribo de vestal
             a mitigar dolores de piedra pómex

         mis hoscos humores de primitivo sílex

         circulaban en nubes de agua cristal

todo sonaba a canción futura

sin posible estancia fuera del puro azur

        sólo al fondo del odos lejos de norte y  sur
                  lejos de leche materna y humana cordura

                  en esta pampa de sólo negrura

        habitaba mi alma su neutro espectral

su núcleo de bruma antisocial

mosto supremo del gran vino de la locura

domingo, 30 de septiembre de 2012

Antártida de Corazón

Me derretía como hielo solitario
desventurado iceberg
contra el azul infinito
inferior y superior
de las Antártidas ignotas de mi viejo corazón


Me plegaba en incontables foliaciones
víctima de mi sed sempiterna 
y de mis ecuaciones tectónicas incontrolables

mi viejo corazón vivía en el fuego frío
y se cocía en los prietos lazos
del cero absoluto,

mientras tú ardías en los supremos fuegos,
en los sagrados hornos
de aterrados dioses de la roca
o inconsútiles telas de atmósferas salvajes.

En ambos casos eras
mis telúricas raíces
o mis celestes meteorias.

Camino Maestro


En memoria de  Gilles Deleuze
maestro gozoso de caminos y líneas de fuga
líneas de amistad en suelo de inmanencia

Siempre un camino,



sólo continuos estados
de tensión,
de escisión
en multiplicidades de extraser
como posibles nodos,
ausentes estrados,
para llegar a ser
lo mismo: incandescencia pura,
transparencia distinta, 
llama que fulgura
ubicuo milagro,
            colosal policromía,
en el trance de lo diverso informe
            pirotecnia de cuerpos en jura
conformando délfica orgía
por los jardines iniciáticos de lo tempopleno,

            entre los intersticios grieta
               que trazaba en porcelanas y granito
                      de loca bohemia
                      atravesada en zeta,
               que daban al camino corpus de infinito
             entre la loca polvareda
       del crepúsculo que asedia,
entre los dulces senos de la armonía.

Siempre ese camino,

de hierba o de desierto
     verdeante anónima frescura, 
     ocres fuegos de planeta muerto
                 tanto esto como lo otro,
                            en lejanos oasis,
                 desplegaba los gramas de la fuga
              y paisajes de remota fábula
     asomaban en éxtasis
en los rostros-guijarros de ira
que vestían la fiebre del camino
y ponían en virginales vetas
sus pieles milenarias.

Eché a rodar

feliz, sin espesor
             por el oro gozoso del camino polvoriento,
             cada vez más desligado,
         más erodado, vaciado,
sola insistencia, partido en medio
pasión de los encuentros
           que escande el vino de misterio
        guardado en las estancias de eterno tedio,
fulguración abstracta
de  grieta en grama de delirio.

Una parada

- eran éstas cosas de camino,
como arranques y gozosas desbocadas -,
una parada para sentir las caras rojas,
el circular de antiquísima sangre,
el crepitar de las piedras y las hojas
sobre el mapa detenido en rudo rasgo,
el beso del aire silencioso,
o en cuajada de roca transparente,
y la sola música del arroyo cercano,
sutil canto de violas dolientes
sobre cojines landas de dormido musgo:
apenas rozaban la roca las aladas ruedas de las gotas.

A la sombra del guayacán amarillo

tomábamos el aliento
del oxígeno enibrante
que nos sudaba el monte vecino,
sólo aliado con aromas transeúntes
de las flores del instante
en orfandad de guirnalda
que brotaba su piel de vino-esmeralda,
en ofrenda al Día de sidéreos diamantes:
     
unánimes testigos, sagrado camino,
     flotando en laudes y milagrosos andantes;
          inconsistentes huellas sin anterior pisada
                    inspiraban camino de olvidado maestro,
          susurraban el vacuo de cantos y salvas
en la piel aséptica de virginales selvas.
      Luego en delicado arrullo en seda de frailejones
                 se abrían paso las joyas de los páramos
            entre vozarrones de vientos y bosques
y ardiente erosión de mártires antiguos
cuesta abajo de inermes cadentes saprolitos.


diciembre 30 de 1997
diciembre 23 de 1998
septiembre de 2012

José Guillermo Molina


domingo, 12 de agosto de 2012

Ahora en este lugar de Cero Absoluto


Lo único que se me exige siempre es dotarme de un buen lugar en el que la pasión, convulsionada entre sus propios límites, pueda elegir sus vías de decolaje, pueda urdir los tramos tensionados de su red mágica de circulación. Debía circular en metástasis milagrosas para salvar los grandes hoyos en la malla, las cascadas y pozos de sus canales subrepticios. Este lugar está forrado en cojines anestesiantes y controlado por el silencio zumbante de las lámparas de neón en que se cría la burocracia. Este lugar pasa entre los ruidos y los males como una burbuja de amortiguación, irisada pompa viajera. Este lugar de “hombres grises” está sostenido por millares de cabezas repletas de arena y menuda de capital, diagramadas en estupidez IBM bañada en hiel y luz de hastío. La luz gris porcelana que alumbra de hormigón este lugar la extraen de sus mortecinas cerebrales que echan a deshacerse por inmensos vertederos de piedra bruta.

¿Por qué volvéis a estos lugares, traidores de nuestra propia sangre, victimarios de muestro propio sentimiento de orgías colectivas, verdugos hipócritas de nuestra propia salud primordial?

¡Cochinas carnes dormidas! No me contestéis, no quería preguntar, sólo anotaba sin poder entender jamás. Cómo diantres nos habían expropiado de tal modo el cacumen mental a todo un pueblo. En qué noche fatal de la mente cósmica, contra qué mísera apuesta se habían jugado las potencias nuestra innata inteligencia, esa luz clara de la razón que brotaba del gran talismán pulido por los griegos, por los mayas, por los incas y los innombrables pueblos que iluminan los vientres de las selvas.

Se ve claro que sois las crías perfectas del campo imbécil, los habitantes natos del sopor antiséptico que irradian esos centros muertos de la riqueza colectiva, enajenada socialmente en inmensas formaciones de estorbo, asesinato y putrefacción, desiertos gigantescos de flores extirpadas y canciones apagadas: industrias y almacenes de desperdicios o trozos en atómica molienda y tóxicos cachivaches con recuerdos de tsunamis.

Amanecer en verde limón, entre rígidos sordos motores y olores de café, satinados de risas y asombros. Son las seis en el viejo pedazo de polvo de muertos que hemos heredado sin alternativa. La vieja tierra de Copérnico y Galileo, extraña a las elucubraciones de Aristóteles y Platón, sólo dada a la meditación trascendental de Demócrito y Epicuro, quienes la tomaban como el gran jardín de solitarios clinámenes y riesgosas tiradas de dados en el fondo de la noche, contra Sirio y contra Aldebarán, contra las 7 cabritas y contra la desamparada Cruz del Sur.