Meteoros con botas de setenta y siete leguas
Meteoros con botas de setenta y siete leguas
alas chispeantes y cristalinas
saltaban en bocanadas frías
por sobre lechos de emotivas aguas
de monte en monte en hordas impías
pisando donde el verde brotaba en llamas
cuidando las augustas colinas
cubiertas de milagroso maná mañanero:
la leche y la miel que daría el nuevo Sol.
A veces entre espesa nube o negro tablero,
Ellos traían la estrella en pétalos del dios
y se llevaban su oro-sangre en harinas
al madurar la tarde en montañero ocaso
y traer para la noche la gema del amador
su alma a zancadas sobre exaltadas cimas
para cubrir el vital salto en el abrazo,
la amplia y dinámica falla, en el dulce beso
en vivo devoraban tez de mundo
roían las pieles nudas del astro
o cambiaban sus harapos por paños nuevos
ellos llevaban y traían
sembraban y arrancaban
cambiaban a su amaño las caras
de los días
y en noche oscura arrojaban
restos
formando broncíneos ensueños
para volverse leyenda en melodías
el rodar de los más longevos
los más jóvenes marcaban su huella honda
por mares jardines y desiertos
meteoros de reciente ingreso
barrían en corales juveniles
praderas infinitas de florido piso
y felices se perdían sin rumbos ciertos
por rumorosas sendas de la fronda
llovían sobre campos, casas y ciudades
o soplaban con sus enormes trompetas
en las direcciones de las nubosidades
afilando arcos en milagrosos iris
todos llovían en grandes miríadas
y en rebaño de gotas alegres
corrían abismo saludando montunas hadas
que esperaban su paso en gélido mutismo,
siempre fieles a sus danzas sagradas.
A su paso temblaban selvas al compás de cataclismo
Y ese paso de ellos
Entre marcha y tropical danza
Era casi siempre el mismo
salpicado de repentinos frenos
y de insospechados avances subrepticios,
entonado en todos esos picos y sierras
que gustaban a cóndores y águilas
en cordilleras de américa bienamada
se soltaban en himnos libertarios
que consagraban flores y pájaros de fiestas
de océano a océano movían cantatas
activaban intemporales arenarios
conectaban danzas y ritmos con fuerza viviente
traían ángeles y corsarios
y fuego infundían en raíces del continente
sincronizando baterías de animados volcanes
suscitaban sismos por falla Romerala
y nuevos timbres arrancaban a tectónicas placas
era el planeta entero en castañuela
el que pasaba silbando sinfonías
por cada oscuro rincón de floresta fecunda
ajustando placas y escudos de escuela
en febriles danzas de selva profunda
sobre campo listo para rito en volcán-fiebre
Su paso en infinidades de coros
a veces tronaba en fósforo de tormentas
a veces encabalgaba veloces céfiros
a veces entonaba las dulces serenatas
que arrullaban los sueños en neblinas
y cubrían de flores los prados alboradas
hundidos en cariciosas lloviznas
José Guillermo Molina
Vélez
San Pedro de los Milagros,
Finca Franja Lunática
Febrero 18 de 2022
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