Amanecía envuelto en finas gazas
aún retozando entre los nebulosos brazos
toda la grama cubierta de celestes regazos
era espectáculo de algunas montañas sagradas
sumergidas en páramos de leche astral
con altares de pan y vino de hadas
construidos en hieráticas terrazas
era la posesión abrazo de la diosa madre
era una sesión eterna sin tiempo
de la que no se conocía pureza
siguiente ni anterior en existencial trompo
en ninguna fiesta diurna de sacrificios al padre;
siempre listo el dulce aroma de sus labios fresa
solo la madre eterna en la sombra nocturna
Amanecía en rosa iluminada
y yo me arrojaba en sus brazos neblina
en el gran frío recobraba mi pulso de amante
mi sereno tono al compás del alma inmensa
mis sueños se alisaban con la pradera imponente
y en el arroyo cantaban acrisoladas ninfas
historias de rocas, ángeles y nube densa
el aguacero se vino en silenciosas gotas
que solo contaban diminutos besos cristal
guardados por la noche para el nuevo sol vida
al brillar después de cremosa alborada
animando de la gran feria eléctricas notas
que marcaban gradientes en el alma
trazados en escalera celestial
Vendría luego la gran danza terrenal
que se jugaba de lleno entre horizontes
al nivel de endogradientes nulos
que revivían el puro evento colosal
de sostenidas intensidades inmanentes
que mantenían en fuego y silencio
la llama entera de la vida andante
José Guillermo Molina Vélez
San Pedro de los Milagros, finca Franja Lunática
Febrero 22 de 2022
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