“Esa es la desgracia del corazón:
a veces tiene lo que no
quiere
y a veces quiere lo que no puede”
La esclava blanca
Ese corazón mío,
loco y disparejo,
pero lleno de ánimo y de
vigores inesperados,
como corriendo por un campo volcánico,
lleno de sorpresas,
un extraño concierto
lleno de desacuerdos,
de sorpresas imposibles
que en nada
se compadecen con las armonías frecuentes,
ni con las repeticiones sempiternas.
Ese corazón, pura vida nueva
que ama perder el compás
y desilusionar al juicio
Es el arte del desatino,
del latido inesperado,
del paso falso
o muy corto o
muy largo
que nunca se acompasará con lo agradable,
esos latidos guerreros
que sólo
coexisten con llantos repentinos y tacos en la garganta.
Mientras el tiempo
dura,
sólo ocurre lo inarmónico,
solo vive lo sorpresivo y lo incalculable,
aunque repita dos o tres pasos,
al siguiente ocurre lo incalculable.
Música de Mozart.
Discusión en el Olympo.
Ese corazón que siempre salta sin compás,
impredecible.
El
corazón que busca mi amada virgen irreconciliable,
nunca amiga,
aliada siempre
para la pérdida y el placer impredecible,
la pequeña muerte a cada paso,
en
cada jugada incalculable.
La amada virgen
de la aventura imposible pero siempre
real,
absolutamente próxima,
como auténtica suerte de un desatinado:
próximo sueño de un mundo hundido
Mi pequeña Virgen de los que no tienen a nadie,
ni saben de códigos
Mi virgen atea que no respeta al Olympo.
Sinfonía 40 de Mozart
Gran manifiesto de rebeldía absoluta,
capaz de tallar el mapa abstruso
de un perpetuo volcán,
formación en falla programática
falla dinámica
que siempre molerá lo entero y acabado.
José Guillermo Molina
El Corazón. Villa Mercedes
Abril 19 de 2019
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