miércoles, 9 de octubre de 2019

Dados de amor y caos

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Cuatro estrellas,
arropadas con la niebla gelatina,
enmarcadas por huesos del peral,
se llegaron a mi carne
para un brindis por su encuentro,
en cita de loca amistad todas ellas
- arcano dado festejando su cifra,
en el Vacío Azul de nauta mineral.
Jugaban sus suertes en mi mesa viva,
alterando el fuego que en mi arde.

Lúdicas, ambiguas, omnipotente derroche

e inaccesiblemente  cerca del alma en vilo,
me ofrendaban envolviéndome
sus néctares y sus venenos
sus luces de diamante y zafiro
rubíes de sangre y arreboles de amatistas
al filo místico de la medianoche,
mientras llenaban mis cráteras de vino
me ocupaban sus emanaciones de éxtasis frío
y me inundaban sus tóxicas conquistas

Envolvían mi fijeza de mármol lunar

entre las sedas agitadas de sus atmósferas asmáticas
hechas a la brutal gimnasia de sus pasiones colosales.
Convulsionaba mis nébulas muertas
el pulsar desconcertado de su encuentro fortuito
y tanto más enamorado, encendido en incógnita pasión.
Me sacudía la tempestad de su goce cosmonáutico,
las vibraciones de sus órbitas inestables
que tallaban siempre el porvenir en mineral vacío
trazando vías de universo y jardines de floridos deseos.

Sobre mi cuerpo mesa de diminuta potencia

sobre el vaho mate que en la noche helada
exhalaba mi superficie resbaladiza,
de flor insigne y exótica,
jugaban insomnes la ruta a seguir
jugaban los gigantes su emitir disonante,
su rutilar anárquico
su inexorable desparecer de través
armonizando en secreto sus rutas de estampida,
desnivelando todos los estados del Viaje.

      ¿Y ese aire viciado,

        de volcán al acecho,
        que a veces todo lo penetraba?
      ¿Y esos gases azufrales
        de entonados cerebros
        entre musgo y helecho,
        en tensa oración callada
        vestida de celestes encajes?
       
Su inesperada fuga en cielo sin norma
rizaba mi alma de abruptos oleajes
y me quebraba en fractales libros
deliciosa harina en versos y delirio.
De mis ojos alelada plataforma
partieron los Labradores del Abismo
Pilotos de la suya y toda destrucción
que descuajaba entre las sinuosas dunas
el secreto desierto en oración
presidido por diosa a la luz de sirio

Sobre la mesa vibrante

de mi piel circular
rebotaban en cruz sus chispas postreras
                 pues se las robaron las Nieblas
                 o descuajaron el Atlas
                 o deshilacharon la Matriz
                 o puntearon los signos del Alba.
Por un instante, en coqueteo adoratriz,
volvieron a lucir divergentes
las metálicas estelas de su fuga argonáutica.

En tanto amanecían rubores rosa,

los humores de los Cometas Histriones,
los licores de nuestro brindis abisal,
bañaban ya mis tejidos sin código
adictos a metamorfosis de Juego
y al ensayo cruel del cósmico arenario
en el clínico altar de la gran Diosa
entre el palpitante Azar biogaláctico
pullado de libres mentes extáticas
constelando del universo el gran pliego.

La loca oración en coro cavernario

que bruñía en ácidos costas de cuerpos
entonaba en sus mareas perpetua dicha
con pétalos nuevos de alegres minucias,
brillantes espumas en acción de gracias
suspendidas en los vientres de la noche
cual caras disímiles de un mismo impulso:
exultante alef en su cero creador
antagónico amarse de la potencia
en abrazo de satisfacción completa.

Los venenos trazaban su espectro

entre menos y más infinito,
recorrían de uno a otro polo
los confines en incendio del gran cosmos;
marcaban por doquier rasgos del número,
óxidos marcando playas de granito;
los tóxicos residuos de su grandeza
hundían lo soez, la mundial maleza
signando a natura con su cruel vitriolo:
ardía férula sacra de los amos.

Calcinaban lo anodino y lo sumiso

teñían de azul sus primitivas furias
contra todo lo deforme y lo torcido
que rendían a su fuego corrosivo
o arrojaban por las rúas victimarias
agentes del Caos de hoyos y crestas.
Ponían luego a reinar la calma
y se abría un nuevo día de florestas,
encantadas avenidas de líquenes 
y plateados musgos charlando en vergeles.

      ¿No era una mañana de burbujas,
        la que pendía sutil de los perales,
        o eran preciosas gotas de cielos frescos?
      ¿Y esos focos eternales
        de iluminadas joyas en jura
        cual pequeños claustros mentales,
        con que jugaba el sol matinal
        arrullando de lluvia sutiles restos?

Eran besos de rocío enamorados
que había dejado mi virgen bendita
como flores de la noche en los perales,
recuerdo de esa luna de amantes plata
que en las noches nutrían sus corazones
y a la luna arrancaban su tibia leche
pacificando con su amor de paraíso
las iras del mar sonoras sales
que oraban al alba sin mezquita
replegadas en las playas sin permiso

Eran versos de la mar en celo vivo
monstruosos lamentos apagados
de sus crueles vozarrones por la dicha
clamando a los cielos maná de aleluyas
música de besos amatorios
que impregnara al tiempo de dulzuras,
ya aurora, ya crepúsculo o mediodía
nacían limpios de mareas desnudas
sobre playas que entonaban oratorios
marcados de silencio y melancolía


      Era la salmodia de la mar eterna
        mientras de noche danzaban los luceros
        y en la mañana jugaban los rocíos
        entre los amorosos huesos del peral
        eran estrellas de la Osa en apuesta
        o quizás la Cruz que guiaba los navíos
        eran esos mágicos psalterios
        que consagraban vida y mundos al azar.


José Guillermo Molina
En base a poema de 1975
Elaborado en El Corazón, Finca Villa Mercedes
Septiembre y Octubre de 2019

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