Creía que iba a una luna de miel, pero no hubo luna y en
lugar de miel hubo pura hiel, la insoportable relación. Incluso es preferible
el odio que la amargura del desamor.
El odio y el amor son sentimientos parecidos, hermanos
gemelos, entusiastas ambos, de un corazón encendido y apalancado. En cambio, el
desamor es sombrío, aletargado, una especie de muerte sin descripción posible,
como una muerte a espaldas de la muerte. Quizás sólo sea el amor como flor
marchita, cuando se ha esfumado ya toda su belleza. Prueba es de que ningún
amor es eterno, como no lo es ninguna flor, ni perdura ninguna belleza.
Pero sí es el amor lo más hermoso de la vida, aunque se
marchite y desaparezca. Nos presenta la falacia de la eternidad con la fuerza
de la mayor realidad: cuando estamos en brazos del amor, experimentamos con la
mayor intensidad la apariencia de lo eterno, en el mismo momento en que
comienza a marchitarse. Pobres mortales cuya felicidad es sentir lo que no
pueden sostener. Alma Ilusa.
Lo que sentimos con mayor intensidad es lo que más pronto va
a desaparecer. Nuestra mayor felicidad es lo que al desaparecer nos sumirá en
la mayor desolación.
Tras ese mar desolado se encuentra anclada nuestra barca
metafísica, la que nos lleva al viaje interior del alma desconocida, a ese
ángel interior que nos lleva a orillas del universo, a las márgenes de nuestra
incógnita esencia. Ese viaje es a bordo de la más frágil barca abandonada.
José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Diciembre 7 de 2019
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