Sin brújula, perdido
Carente de todo objetivo
buscaba en las secas praderas
entre las desechas cáscaras
donde gemía el viento de los bardos.
Entre el heno de mis recuerdos
se retuercen en caracol las eras
pero bendita erecta aguja
con acerada luz vino en mi ayuda
y su vector navegaba entre nubes
sobre el cosmos llano de mis virtudes
y un raro Norte me llovía duda
donde solo el corazón
dictaba sus letras absurdas
sus placeres de molde y líneas de fuerza
traídos de muy lejos al centro del desierto
donde reinaba la más fogosa de las lenguas
que atracaba mi lote buscando amor
amparada en las sombras que rodeaban mi alma
en nombre de sus henchidos pechos de luna llena
y de sus labios de flor melífera
hechos al calor de místico cariño,
contagiados en la fiebre de extraño virus,
capaces de engullir mis débiles ansias,
capaces de toda la callada plenitud
que de noche y de día en callados arpegios
desplegaba voluptuosa su flor carnívora
esos senos de leche cruda
virgen amante sin condiciones
me esperaban desde su sede planetaria
me esperaban para perderme sin sosiego.
Eran los dioses amos de terrenal delicia
y me prometían sin mora alguna
llevarme al límite sacro en ordinales cifras
de dorados atardeceres prescritos por severos magos
capaces de las más firmes erecciones
que hicieran de su sueño eternas pernicias
una vez perdidos por los estragos
los puntos cardinales de sus albricias
ninguna brújula me salvaría:
con su amor llegado al cero,
mi alma vagaba perdida,
mi hato se había desintegrado
y goterones de dolor postrero
perforarían por doquier al universo
induciendo al inocente cielo
hacia caóticos fuegos artificiales
capaces de borrar sentido en todo verso
fraguado al hálito de sus besos
condensados en la flor de labios secos
traicionados por las niñas galaxiales
José Guillermo Molina Vélez
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Septiembre 3-5 de 2020
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