Rugía por el dual imposible.
Rugía en rayos sordos sin tormenta.
Escarcha de pétalos en cielo de sueños.
Le ungían con grasa de pájaro
para errar y flotar ingrávido
entre el polvo de oscuro tiempo
y burlar los severos años,
abrazar y besar las sutiles horas
convertidas en suave piel de hembra
matizada en fugaces gotas de milagro.
Debía atravesar impávido
los celestiales bosques de cerezos
siempre a distancia de erguida fibra
tras el errar de vagabundas esporas
Cruel es la Vida,
proclamaba la pétrea esfinge,
pero nada sería de ella sin amor.
Y nada sería del amor sin dolor.
Un sólo viacrucis de desengaños,
una sola migraña de meninge,
sartal de vacíos y suerte perdida.
Solo así florece la esperanza
de frescos cogollos en verde ardor
en medio del áspero desierto
donde los oasis hacían su danza
y el silencio celebraba su concierto:
nos prometía huertos en fruto y flor,
de las lágrimas hacía manantiales
y al cielo llevaba por sexo y túneles,
a oscuros huecos y radiantes galaxias
presos de lleno en la deriva universal,
la loca búsqueda de ataraxias:
mientras más eterna era su felicidad
más crecían los abismos de distancia
navegados por incógnitos ángeles.
José Guillermo Molina Vélez
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Septiembre 30 de 2020
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