Lo único limpio y verdadero,
el suyo corazón de luces simples
se escurrió entre mis aturdidos dedos:
sonámbulo entre ángeles
dejé ir sus besos
de exquisitas eróticas mieles
que me abrían su corazón de oro.
Desde entonces caminaría a oscuras,
nunca más tendría lo auténtico.
Atónito y perplejo,
la vi diluirse por años,
vi su corazón de nubes puras
evaporarse en sensuales llamas
limite abstracto de pasionales esquemas.
Su piel de bailarinas sedas,
puro tacto de diosas,
sucumbió entre tormentas de arenas,
en escamas de recuerdos y fugaces sueños.
Siempre estaría ahí esa dulce medula
de tiempo amable y añoranzas
para darme abrigo y cálida cuna.
Nos amábamos en oscuros incendios
y posteriores sonatas de agua blanca
colaban su son en abismos-silencios
bañados en ocasos de luz franca,
guardianes de los mágicos nombres
que dormían en almejas de dicha:
la gran Historia en finos licores.
Yo amaba su lumínico corazón
de tiernos pétalos amantes
forjado en perfumes evanescentes
bajo reglas de la sinrazón
y con gran gozo matinal me hundía
en oscuros pozos de luz impía
donde salvaba toda ficha.
Se salvaba lo que entraba en metástasis
entre sus labios de flor caníbal,
que devoraban transportando al éxtasis,
y a lo carnal tornaban en verbal
y a lo racional volvían emocional
entre sus fosas de luz estrecha
clásicos canales trans-materialistas.
Corazón de luces simples,
fácilmente ángel-oscurescibles,
se ofrecía a mis diásporas ocultistas
y amparaba en lo obscuro
mis fugas aborrecibles
siempre alejadas de circuitos amables
prediciendo las rutas del futuro.
José Guillermo Molina Vélez
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Octubre 1-4 de 2020
Tratando de incluir la disonancia en la bonsonancia
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