sábado, 12 de septiembre de 2020

Después de la tormenta



Maltrechos mi nave y yo 

yacíamos en paz sobre la arena.

En el sueño del desmayo,

me inundaba una gran felicidad

de haber quedado a salvo 

después de la gran remesón

que me sacó de la antigua vida y pena.


Por delante tenía todo un nuevo camino

una noche llena de estrellas 

inaugurada por la luna nueva.

Una noche amable y bondadosa

después de haber pasado todo ese tiempo

bajo esas crueles muelas de sensual borrasca

que amenazaban triturarme entre rocas de recuerdos.


Ahora era libre como vela nueva

henchida de aire fresco y emociones suaves

con radiante noche por delante

curado de recuerdos y el viejo dolor.

Un nuevo amor me inundaba

sin seducción ni apariencia

un amor místico y filosófico de solo fuerza interior.


cada vez cambiábamos de estrato

nos alejábamos más de lo humano

de cada viaje volvíamos más ingrávidos

más lejos de habituales sentimientos

disueltos los pesados compromisos:

salí de una concha solitaria de caracol

hacia una cuna en plumas de amor;


esa cuna de amor se quemó 

pero la belleza aún brillaba en mi camino.

Por poco que hubiera durado 

era suficiente para que una nueva óptica

iluminara mi mundo y lo poblara con sus risas

sus besos, su silencio y sus caricias:

era suficiente para un futuro iluminado.


Y ahora vuelvo de nuevo a un desierto 

donde toca aprender otra vez

pero la travesía del erial también llevaba a oasis

la trama asocial del ermitaño florecía

quizás crecemos cuando perdemos los padres

o cuando perdemos entrañable amor

trás el llanto se esfuma el corazón


Zarparíamos hacia un nuevo cariño

parco y silencioso

como augusto sueño matutino

partiríamos tan pronto lográramos 

reparaciones afectivas y provisiones

para sueños ligeros

de callada voluptuosidad.


Pero no era tan simple

la angustia atisbaba el horizonte

cual maléfico sol de medianoche

con ese calor de fiebre repentina

esa luz de delirio que matiza el éxtasis

esa dosis de dolor que acompaña al gozo

esas lágrimas de sal que bañan las risas.


Debíamos entrar a esa noche de menguante 

guiados por el lucero matinal

que se alineaba en un celeste marfil

con el cuarto de luna en crema rosa

y abrazar el alba del nuevo confín

con la gracia fresca de la diosa

que nos cure del mortífero veneno


la mañana de virginal rocío

nos daría esa leche simple 

de luz y desprendida transparencia

alejada de todo amor y humana caricia

en la que se alcanzaba gozo completo

más allá de sexos y paraísos

y se poblaba la soledad de genuinas claves


José Guillermo Molina Vélez

Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes

Septiembre 9-12 de 2020


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