Cesan los gritos, los cantos,
las risas, los llantos,
y sólo persiste en la noche del tiempo
el himno lento del magma,
el seguro rodar de su trompo,
su loco bullir de sintagma
en sincronía de verso trunco
con mi huérfano corazón de espantos,
tan sólo hermano de navegante junco
arrojado entre agitado poema.
Rugen versos-olas de mundo cruel
entre mis rebeldes peñascos-diamante
nacidos de la antigua furia del volcán,
al ritmo de la lenta pluma de la piel
y los sordos besos de celeste amante
protectora de mi alma de papel,
y de mi indomable estro, botón floral,
callado capullo de esencias rústicas
que elige las mañanas de menta
para irradiar afuera sus cuitas.
Nacidas en grutas de la noche,
sus penas traían negros sueños
domados entre sus ojos soñolientos
capaces de oponer ónix en derroche
a los embates fláccidos de los años,
de prosaicas arritmias compuestos
en toscos talleres de falso comercio.
Las duras rocas metamórficas
harían noble polvo el consorcio
del ruido y las falsas analfabéticas.
Callado volcán en clave de remanso
apagaba rencores y envidias
que sucumbían en su fuego dormido
para brotar en luces de ascenso
y metales de temple fornido
fraguados en prohibidas nupcias
entre acero de sacro silencio
y la ligera luz del solo cielo azul
cruzado por los coros de ninfas,
en eterno amor bajo sus vestes de tul.
José Guillermo Molina Vélez
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Febrero 26 de 2021
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