Dicen que el amor cura todas las heridas
y el desamor produce las más profundas.
Cuando un falso amor nos desgarra el alma
casi imposible es recuperarnos
y evitar el abismo en que nos hunden su engaño y traición.
En cambio, si un amor se nos va,
nos llevará consigo a las cimas de la gloria
e impulsará nuestra restante vida
por las vías de un crecimiento espiritual ilimitado.
Flores y pájaros poblarán nuestro infinito ascenso
en pos de su soplo imperecedero
que llenó de alegría y esperanza nuestra senda.
La leche y la miel en el camino
serán siempre el testimonio de su compañía,
el garante de su eterno y dulce beso;
como el azufre y la hiel de aquella falsía
se encargarán de quemar por siempre las entrañas.
Pero amor y desamor serán al fin
los pilares asimétricos que cargan nuestras vidas
a través de las aguas del Leteo
y la innombrable harina del cosmos
las claves antinómicas del loco peregrinar
que borra aciertos y fracasos del sorteo
Mientras el amor nos ilusiona
con el gozo y la eternidad
el desamor nos enfrenta a la finitud,
al polvo y la disolución,
formando así una terrible balanza
en nuestro corazón de bruma
y rodante sangre de la madre sempiterna.
La sangre que se anima y desanima,
siempre móvil en devenir perpetuo,
forma las olas anónimas de nuestros afectos,
los días de luz y los grises días
o de negras tempestades en lo íntimo del alma.
Pero cabe la pregunta:
¿qué se ancla más profundo en el alma
el milagro del amor o el desastre del desamor?
Quizás sea éste el que alcanza sin retorno
el núcleo más profundo del corazón,
donde asesta uno tras otro los golpes del dolor;
pero puede ser aquél el que lo avienta
a los más lejanos cielos del averno
aunque sólo sean infinitésimos de gozo
y espumas pasajeras de olas gigantescas
que se van a morir a las playas de cristal
que honran a la gran Madre.
José Guillermo Molina Vélez
San Pedro de los Milagros, Finca La Franja Lunática
Agosto 31 de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario