lunes, 25 de diciembre de 2017

Esquisto Orgulloso


Mi cerebro era espuma débil
Fortuitas sinapsis contra el viento
Enlaces de erótica esperma
Trazados en ecuaciones inestables
De sangre estéril pero núbil
Cuajadas de amor por mi diosa incógnita
Trazada contra el mar de barlovento
Trazada por mi suerte amable
Entre los bruscos buzamientos de las rocas
Que me dictaban al margen en la berma,
Donde vigilaba mi ruta la gigante negra
Y emitía en enigmas sus cifras metamórficas:

Un etéreo rocío mutante
Fluía en raros declives de poemas,
Como ramales salvajes de aguas lluvias fonéticas
Buscando salida con desesperados noemas
Atrapados por las fuerzas magnéticas
Que consistían en templadas tramas
Del ebúrneo peñasco amante
Trazos ebrios de arcanas escrituras  
Guardados al vacío de los siglos
Sin traducción de posibles magos
que pudiera aclarar sus arreglos
Y ayudar a generaciones futuras 

Igitur jugaba sus dados en la noche estable
Y constelaban en leche sus versos de cristal
Con su virgen en tropa de sirenas
Instante único de beatitud  blanca
Medianoche de estrellas en caída,
Cuajada contra la roca en ónix ancestral
Que sostenía al monte amenazante;
Condensada en dedos de lluvia diamante
Que disuelven en espumas sus notas agónicas,
Que amansan la noche inmensa sobre la tierra natal
Y trazan con mudo furor sus huellas en la Barranca,
Desnudando en cuarteto a la roca ineluctable.

Lúdico vapor mordía la anciana mole
Arrancándole armónicos quejidos

Roca y cielo hacían sus bodas de agua instruida
arrojando versos de linfa ardiente
por ventanas de cuerpos nuevos en huida
que sucumbían en cantos eternos
de aleatorio lenguaje en abismo
Y abrumadores sueños de cenizas.
Era el encanto de átomos siempre niños
educados en rugidos de tormenta,
conducidos por Amor a las grutas de Calypso,
donde emprendían libres ruletas de caída
y trenzaban pícaros sus mutuos cariños,
que sellaban en secreto la ecuación de la ruta.

La roca vertical servía de mesa
Para el mortal tiro de suerte que echaba el actor.

Los dados de inciertas cifras
Predecían pérdida segura
Al rodar indiferentes por la falda oscura
De la noche que moría en amaneceres,
Consumida la sangre verbo del poeta
En las páginas-altar de primitivos manes
Forjados en hornos nocturnales
Por los más fieles y severos guardianes
Que encriptan de prolíficos sexos
Los versos inocentes de la A a la Zeta
Compuestos por la suave locura
Por mentales máquinas del deseo ardor.

Tan solo caracteres de felicidad
Perduraban triunfales en la cara limpia de la peñolera.


JOSÉ MOLINA
Rionegro  - Solsticio de invierno
Diciembre 21 de 2017

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