Oda a mi hermana Inés Elena
Disuelta en el perfume sacro
De esa flor del 24 de mayo
Que canta a María Auxiliadora
Después de todas las preguntas
Y el amargo de la extensa ignorancia
Sólo el manto de la Virgen
Nos abrigaba de la noche fría
Y de la infame lluvia de ceniza;
Y nos guiaba en onda de gracia
por los amplios jardines
de inciertas sendas al margen
dibujando mapa de chamiza
en apretadas curvas adjuntas.
Sus pequeños pies recorrían
el rosario infinito
en que se enfilaban cristalinas gotas
pespuntando los delicados pétalos
de rosas y jazmines
en el Jardín Alado
brotado entre el musgo en granito
de perennes sueños
que surcaban las páginas rotas
de montuna geografía.
Ella ahora danzaba inmóvil
entre las anónimas hordas de átomos
en inquebrantable cielo de cristal
Amparada en esas lajas de vida
tejía ahora en silencio
con aguadas plegarias ausentes
la bóveda azul de la inocencia
por donde hacía avanzar el día,
en gran sueño de vigilia,
la Virgen de los que no tienen a nadie,
de los que viajan en el silencio de los santos.
Ahora
íbamos a la vanguardia de la Virgen-Tierra
propalando
sus vitales vahos entre la materia oscura
que
flotaba al amaño de versos sin cultura
transmutada
en orante oda que a la luz se aferra
ahora íbamos en procesión impía
de austeros diamantes en brillo adverso
tallando con la luz de la alegría
el soberano milagro del universo
tejido en el mantón alado
de la Virgen pura
que en su gracia nuda
amparaba nuestros órganos del hado
el milagro de los átomos-niños
cuajado de sueños y estrellas guías
que punteaban las lechosas vías
con miles de cocuyos‑guiños
ahora no cesaríamos de cantar
las variadas aleluyas e infatigables melodías
en que el sueño acompañaba lo real
con todos los riesgos y en milagro perpetuo
Elena, cual amante diosa antigua
Entonaba ahora al Cielo
Nuestro memorial de incansables salmos.
Celebrábamos
de lleno,
En
perpetua fiesta
Y
leal absurdo
La
obra magna
De
autocontenido Dios
Que
vibraba en consistente plano
con
toda la vida orquesta
En
su diminuto cerebro caracol.
Ahora sus sueños dibujaban,
en esquema abstracto,
el alma del viajero universo
sus volátiles peldaños
de no bien olvidados mundos
y forjaban el sereno canto de las esferas.
El
canto que nos presentaba
Ante
la Nada de serena gracia
El
Canto de Josefina
Al
límite de las eternas tribus…
Hasta
el confín de las nacientes galaxias
Que
hervían en volcánicos nimbos
Donde
el silencio esparcía su fragancia
Y
sus siemprenuevos rocíos de núbel inocencia…
El
Canto de las Sirenas,
La
música de fuegos niños
Compuesta
de espasmos y silbos
Que
consume en vivos himnos, y ácidos,
El
alma neutra del poema en fugas
Mientras
en su tierna angustia
cargan
su luz nuevas luciérnagas
y
prueban su inocencia las vírgenes pornográficas.
Nos guarda el sexo‑orquídea
De la virgen madre del mundo
Angustia y dicha
Un solo rocío sacro
En lo hondo de su seno pudibundo
Habita inmune nuestra más cruda inocencia.
Versión 15 de diciembre de
2017
Versión 17 de agosto de 2015
Medellín, Mayo 28 de 2014
José Guillermo Molina
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