viernes, 31 de julio de 2020

Magneto Marino

 

Abracé la cresta en repentino cristal

de la ola transfigurada en carruaje.

Y pronto me vi presa de las resacas:

Trazadas en siniestros toboganes,

Me halaban al fondo con fuerza de alma

volátil corcho en colosales brazos.

Y sabían mi vida de memoria:

Mi diminuta arenisca en encaje

-posesión de ancestros haraganes-

recorría en todas sus caras,

el enorme cristal magneto de la mar

que pronto me arrojó a divina playa en calma.


Era un mundo de espíritu y  transparencia,

arrastrándome por insondables pozos,

rastrillando mi ser entero en dolor de arena.

Libre ya de los tridentes de Neptuno,

quedé en la orilla en suave sueño estelar,

flotando en etérea sangre de espacio‑tiempo:

sustancia surgía en susurros de palmas

cual licor del evento y el entre-tiempo.

 

Todo cuajaba y cristalizaba de repente

en fosfórico relámpago de sismo

mientras invadía el ahogo el escozor

los más remotos rincones de mis alientos

arrancándome al unísono el grito evanescente

que escribía en letras de plasma

y pintaba de pasados la fibra del abismo

el abstracto sello del esquema y el rizoma,

la tenue luz que enseña el pliegue de afuera

en nuestra oscura mónada de eventos,

-resumen virtual de universo,

volcán de incorpóreos lahares.

 

Cuando se nos quiere confinar a la asfixia

Y solo nos quedan ecos sofocados de mundo

tras la última puerta que nos tiran las olas o los vientos,

allí vienen a desdoblarse nuestras sombras

y a empinarse en espirales de galaxia

nuestras notas de plásticos colores

conquistando nuevos dominios

que en rizoma plasman solitarios sitios

casa virtual que se contrae

en los caracoles que nos traza el absoluto

lejos de versos y de falsos amores,

fraguados al calor de crueles diosas.


José Guillermo Molina Vélez

Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes

Septiembre 29 de 2008, Julio 31 de 2020

miércoles, 29 de julio de 2020

CAMINOS Y SIMPLES EVENTOS




En memoria de  Gilles Deleuze

maestro gozoso de caminos y líneas de fuga

líneas de amistad y silencio en suelo de inmanencia

Siempre un camino,

siempre en camino

y siempre esos caminos:

tras de nada y desde el vacío

entre la misma piel de Caos divino,

sin principio ni fin, su rocío,

gozosa piel de Tellus adivino.


En tapices de flores nos arrojaban los elfos

amacizándonos con sus besos de fantasía 

y curándonos de la nostalgia del camino

mientras gitanos violines

se robaban nuestras almas

para el júbilo de cantarinas diosas.


Solo continuos estados,

de tensión, de escisión

esquizias húmedas

en multiplicidades de extraser

como nodos en azarosa malla

de poder ser lo mismo en fuga

incandescencia pura,

transparencia distinta,

móvil jauría,

milagro ubicuo,


colosal policromía,

pirotecnia de cuerpos en jura

conformando délfica orgía

por los jardines iniciáticos de lo vacuo,

entre los intersticios de loca bohemía

que daban al camino corpus de infinito


Siempre ese camino,

de hierba o de desierto:

desplegaba los gramas de la fuga

los paisajes de remota fábula

asomaban sin metáfora

en los rostros-guijarros amigos

que vestían la fiebre del sendero

con las manchas del deseo itinerante.

 

Eché a rodar

feliz, sin espesor

por el oro gozoso del camino polvoriento,

cada vez más desligado, más erodado,

sola insistencia

pasión de los encuentros

que escande el vino de misterio

guardado en estancias solariegas

fulguración abstracta

de grieta en grama de delirio.


Una parada

- eran éstas cosas de camino,

como arranques y gozosas desbocadas -,

una parada para sentir las caras rojas,

el crepitar de las piedras en el mapa detenido,

el beso del aire silencioso,

o en cuajada de roca transparente,

el beso del cielo amante

y la sola música del arroyo cercano,

sutil canto de violas sibilinas 

sobre cojines de dormido musgo:

apenas rozaban la roca 

las aladas ruedas de las gotas.

 

A la sombra del guayacán amarillo

tomábamos el aliento

del oxígeno enibrante

que nos sudaba el monte vecino,

sólo aliado con aromas

de las flores del instante

que brotaba su piel de vino y esmeralda,

en ofrenda al Día de sidéreos diamantes

unánimes testigos, sagrados heraldos,

flotando en laudes y milagrosos andantes,

danzando en gotas de ámbar 

que dejaron de regalo las auroras.


José Guillermo Molina

Medellín El Corazón, Finca Villa Mercedes

diciembre 30 de 1997, diciembre 23 de 1998, julio 30 de 2020

martes, 28 de julio de 2020

Montes del afuera



Montes del afuera

 

Yo buscaba en el fervor de sus no-huellas nocturnales,

crispadas por los cantos ázimos de estrellas en falsete:

las huellas vivas de su ausencia,

marcas yermas de aquella plenitud,

o quizás este nudo de vacío en el espíritu,

el núcleo de vórtices del sujeto torbellino.

En las afueras de la ciega ciudad luz

entre montañas andinas,

Medellín,y sus luces 97,

de arcanos tutelares y magos y ondinas

rigiendo los sueños oscuros del monte,

las fuerzas colectivas del remolino.

 

Yo buscaba los pequeños cristales

que escandían en agrestes tensores

- arreglos de polvo en microdanza -,

los vientos de nuevos horizontes

agitando el ulular de sus tambores

secas cifras de antiguos amores,

limalla de fulgente esperanza:

Reclamaban mi canto,

como vino divinal de las estrellas guardianas:

con él se entregarían a sensüales derivas

por los vientres infinitos de los espacios

que trazarían los gigantes en astral mutismo.

 

En su matemático rondar sendas vivas,

reclamaban el canto de sirenas

que llevarían de solaz al sordo abismo.

Reclamaban el canto,

así se tejiera en voces indecisas

y se cifrara en caótico guarismo.

Aunque habíamos partido de la colina

azotada por los vientos cruzados de danzas no-concertantes,

el desacuerdo de las brisas absolutas,

el viaje, el canto, el éxtasis

se habían quedado escritos

en ese afloramiento de cristales celebrantes,

 

encallados en el viaje in situ

perpetuum mobile al centro del poema

en esa colina de desnudos minerales,

bañados en la luz del gran espíritu:

la solitaria cima del alma,

justo allí donde liberaban las grietas

sus soplos de férreos titanes,

nacidos en vientres de planetas.

 

El desconcierto ponía a flotar por los aires,

invocaba el profano suspenso que alucina.

Allí era el epicentro del oráculo elemental

que entonaba todo este Valle de la Virgen.

De la cima alada de su espíritu

se escurrían en suaves ondas 

sus cabellos de tiempo figural.

Besaban dulcemente, y arden

como chorros de agua en arenarios;

luces de trasmundos helando su grito

embalsaman erectas palmas de santuarios,

sobre noches de lunas agónicas.

 

Por doquier, el sendero de aladas voces

llamea incorporales en movimiento puro.

Se enciende en su falla de sismos

el valle de prenatal conjuro,

bañado en armónicos himnos,

al que sin cesar volverían sus arpegios,

desde el ojo mismo del torbellino abisal

que se enrollaba en el gran árbol espinal

velando con sus llamas de nervios

la cerebral flotación de la llanura.


José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Diciembre 1997, Julio 29 de 2020

domingo, 26 de julio de 2020

Trenzas de lluvia





Trenzas de lluvia

Todo el camino,
en sincopado andante,
descendiendo del alto,
en los parajes de puro tránsito,
llevábamos en la mente sortilegios
- como lleva un vidrio en tormenta
trenzas infladas de lluvia y grima
contra el fondo de una noche lenta.
Llevábamos en caracoles de serenata
los coros que cantaban los lares de la cima,
la danza de las arenas describiendo arcanos:
cifras de armonía perfilaban nuestra ascesis.

Llevábamos canto de alas energéticas,
que jugaron con su luz de sedas y azahar
los fulgores de estrellas en cita
y las arenas de sacro pergamino
dibujando el grafo del fugar y el levitar
con ausentes y multiplicadas manos,
que renovaba con presteza
el no-ser siempre fresco de la brisa.

Llevábamos el canto en la molienda de la prisa
y en lo más íntimo medulaba universo su fiereza.

Lo puro abierto y lo Otro a montones
Se toman al asalto nuestros egos
Silbando en nuestras cánulas
Con fuerza de rebeldes ciclones,
Y nuestro instalamento se agrieta
En mapas de diferencias no-nulas,
De suspensos fractales solariegos
Y de sobrevuelos a velocidad infinita.

Era la música de doradas aguas
que brotan los pliegues en abanicos.
y un desorden, un tropel
un vasto vértigo
invade en scherzo vítrea espina
cual volcánicos soplos en loca humareda,
y nos arroja en pirotecnia de aleluyas
por las crestas de broncíneos colosos.

Eramos la visión misma en estallada harina,
pasajera niebla de oropel.

Eramos el canto y la visión
la pura piel fresca del acontecer,
la dulce almeja en flor,

refugio nato de mi corazón.

José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Julio 26 de 2020

sábado, 25 de julio de 2020

Tras esa flor

22 Flores Fascinantes: Su Exótica Belleza Te Cautivará | Coltivare ...

Simplemente tenía que seguir esa melodía
tras esa flor valiente
con su punta de afilada espada
en el silencio de la noche iría
rompiendo con sílaba demente
el manto de tierra perfumada

Alcanzaría la luz y la limpia alborada
el infinito espíritu abierto
que había bañado al mundo corriente.
Buscaría entre los libros del tiempo
la ecuación en clave pirata 
que clamaba justicia de abismo

seguir a esa flor que perfora danzarina
la anciana tierra más pura
dejando su raíz y su recuerdo
tras el solo llamado abstruso 
de su mente, fiel amante 
del color y la vacua letanía

dejar sus raíces entre el fecundo
oscuro vientre de la diosa amante
y salir en gozo  al calor del día
y pregonar al viento vagabundo
las flores voluptuosas de su cría
preñadas con la miel del sexo ardiente

rompería el silencio de la arcilla
en que la sombra y niebla planetaria
sumergía entre sueños los órganos 
con destino a los átomos en trilla
que ingresaban al río en luminaria
clamando del silencio los arcanos

Igual que el mítico gallo cantante
esperaba entre sombras  impaciente
la milagrosa miel del alba
que benigna en gracia fluía
de entre austeros carbones de la noche
hacia pétalos frescos de alegría

lo bello era lo niño en derroche
la turba nueva de la tierra negra
que hervía entre las piernas de mi virgen
recogiendo el temblor que constelaba
tierna sonrisa sin labios de seda
que dibujaba selva profunda en su jardín.

su aroma lo traían de muy lejos 
el jazmín, la menta, y el romero
de néctar glomeraban su boca en canto
y el día entero flotaba en móviles besos
un cielo de ternura en formidable manto 
a todo viviente daba su respiro

inspiraba el soplo en crucial boca-a-boca
cósmico abrazo del hondo abismo
a la vegada de antiguo sedimento
extática manada dormida en roca
tras la tela ctónica del orgasmo
que se hacía de la nada en contratiempo

José GUillermo Molina 
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
julio 25 de 2020