Trenzas de lluvia
Todo el camino,
en sincopado andante,
descendiendo del alto,
en los parajes de puro tránsito,
llevábamos en la mente sortilegios
- como lleva un vidrio en tormenta
trenzas infladas de lluvia y grima
contra el fondo de una noche lenta.
Llevábamos en caracoles de serenata
los coros que cantaban los lares de la cima,
la danza de las arenas describiendo arcanos:
cifras de armonía perfilaban nuestra ascesis.
Llevábamos canto de alas energéticas,
que jugaron con su luz de sedas y azahar
los fulgores de estrellas en cita
y las arenas de sacro pergamino
dibujando el grafo del fugar y el levitar
con ausentes y multiplicadas manos,
que renovaba con presteza
el no-ser siempre fresco de la brisa.
Llevábamos el canto en la molienda de la prisa
y en lo más íntimo medulaba universo su fiereza.
Lo puro abierto y lo Otro a montones
Se toman al asalto nuestros egos
Silbando en nuestras cánulas
Con fuerza de rebeldes ciclones,
Y nuestro instalamento se agrieta
En mapas de diferencias no-nulas,
De suspensos fractales solariegos
Y de sobrevuelos a velocidad infinita.
Era la música de doradas aguas
que brotan los pliegues en abanicos.
y un desorden, un tropel
un vasto vértigo
invade en scherzo vítrea espina
cual volcánicos soplos en loca humareda,
y nos arroja en pirotecnia de aleluyas
por las crestas de broncíneos colosos.
Eramos la
visión misma en estallada harina,
pasajera niebla de oropel.
Eramos el canto y la visión
la pura piel fresca del acontecer,
la dulce almeja en flor,
refugio nato de mi corazón.
José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Julio 26 de 2020
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