sábado, 26 de diciembre de 2020

Viaje frívolo: medida del futuro



El viaje arrancaba de cualquier parte. No tenía que ser un puerto marino. Aunque hubiera sido ideal para el buscado efecto pirata. Podía ser perfectamente de este monte de grillos empecinados en su silbo eternal. Para lo perenne del zumbido, tenía que ser infinito en todo momento el número de grillos. Era un zumbido salvaje de 4 cuadras de monte solitario, posiblemente con varias potencias de alef 0


en sumas de grillos. El cuerpo, con la ensoñación perenne de esos cuartetos, flotaba autista y desprendido como en imagen astral. Lo difícil era salir de aquí, sobre todo si el movimiento era casi todo verbal-mental. El Leitmotiv era remontar las grandes cumbres de la poesía y constituía por sí un gran impulso (Elan) indetenible .

La evidencia no tenía que ser geográfica, referida al espacio-tiempo; podía ser lingüística-histórica, sobre ejes símbolo-tiempo, afecto-creación humana. Era mejor no poder salir de este sitio talismán. ¿Para qué atravesar tantos otros indeseables en los que este eterno canto de silencio nunca se volvería a percibir? Habría que conquistar, luego de esa gran llanura apocalíptica, otros altos rodeados de árboles ateridos de diminutos zumbidos vegetales y animales. Conquistar nuevos balcones de gran divisa sobre cordilleras, playas o inaccesibles islas y entregarse a la gran fuga entre lo cósmico, onírico y geográfico. 

Y si nocturnas visiones con fimbrias de luciérnagas incorporadas, en un solo coro de luces y cristales que sostenían eterno éxtasis, mucho mejor en la nocturna fiesta. En definitiva, el viaje era puramente físico por privilegiadas calles de universo, y estaría surcado de infiernos de residuos mundanos y paraísos de éxtasis musical. Pues no era el soñar de una sola mente, sino la volcánica actividad de una galaxia espiritual que palpitaba en sincronías de armonía pura y se regía por principios de inmanencia y autosuficiencia atea e impersonal, pero de puro corazón amante de la viva melodía, "qui tollis peccata mundi" ("que quitas los pecados del mundo") en los meandros de la música divina.

Muy de evocar eran esos altos de mi querida vereda La Lana en San Pedro de los Milagros. Allí, entre las llamas multicolores entre el verde y el violeta, el amarillo y el rojo bordeados de azules espirituosos en medio de la noche negra regida sólo por la vía láctea, se oía nítido tan sólo el crujir de la leña en la fogata que danzaba con sus trenzas multicolores en la noche de oscuro silencio alucinado.

En esa peregrinación por las diversas Estaciones teníamos el recuento de todos los planos tangentes de nuestra esfera cerebral. Cada plano era una caída, una plancha, una lección del Exterior, una ecuación de escultura que se pensaba entre los átomos de todo ese fondo marino apisado de estrellas y tectónicas luciérnagas solitarias. Cada plano era una región de inmanencia absoluta, una región de pérdida de jefe, una prensa simple de los Hornos primordiales... 

Hay pasos en los que no alcanza el pensar a explicarle al corazón... y cunde el abismo, aliento corto, asmático, espasmo en estado puro... pero el eco vacío tranquiliza y devuelve la alegría básica que llena de fuego el ánimo. Y otros laberintos, donde el corazón se le esconde a la razón, con tal de persistir en su emoción, por absurda e irracional. ¡Cómo ama el corazón su absurdo, sobre todo si se refiere a algún amor, incluso ya pasado y perdido en el absoluto y la traición!

Ver cómo al toro, el gran Apis, lo emborrachan y  embrutecen con la capa roja hasta llegar a clavarle traicioneramente las banderillas que lo desangran y lo preparan al espadillazo final. Estas son de las horribles escenas que no deberían espantar en nuestro mundo, donde es tan común el horror y lo inenarrable. Pero, en fin. Todo entra en el río del sueño y el absurdo del río.

¿QUIÉN PUEDE TRAER EL FUTURO? ¿QUÉ GOTA EN EXTASSSSSIS PODRÁ FINGIRLO, MEDIRLO? SOLO UNA GRAN DANZA ENTRE LAS MAS REMOTAS ESTRELLAS, LAS QUE MIDEN EL CINTURÓN DE NUESTRO ALCANCE, ALCANZARÍA EL FANTASMA INSOSPECHABLE DEL FUTURO. Aunque se decía que cualquier aparición futura, incluso ese fantasma interestelar, venía siempre de abstrusas zonas del pasado, y que todo acontecer nuevo era engendrado por algún pasado ya vivido, y lo que se erigía era la figura del "Gran pasado en general", del que nos hablaban en el Devenir Bergson y Deleuze: Algo como que vida solo brota de lo vivo. Todo futuro sólo podía ser actualización o promesa de algún pasado ya vivido, de alguna instancia ya soñada.

De allí que la medida de cualquier futuro tenga su clave y su número en alguna parte del gran Océano del Pasado, pero al fin y al cabo se trataría de un número aún no enunciado, aunque incluido en las listas enormes de los Alef. Tendría su gracia propia, en cuanto no se sabría si era par o impar, primo o compuesto, racional o irracional, real o complejo, perfecto o común, amigo o enemigo.

El viaje podía llegar a cualquier parte, o cualquier zona del cerebro convexo. Incluso podría no llegar  y, en cambio, llegar a perder toda figuración, sucumbir en una espiral de hueco negro. El viaje podría ser ficticio, el sueño de alguna diosa, en tal caso de componente imaginaria positiva; o de algún ignorante plebeyo, caso de componente imaginaria negativa; o simplemente, el perfume de una flor o el aire corrupto de cualquier hierbajo, casos de componente imaginaria nula.

Así pues cada futuro podría medirse siempre con un segmento pasado ya vivido o soñado, pero no dejo de hacer tributo a eso completamente nuevo que debe traer todo futuro, y que lo vuelve inconmensurable con cualquier pasado, quedando así confirmada la gran flecha del tiempo y la irreversibilidad del flujo que dura. Quizás esto sólo responde a un deseo y una esperanza; con tal que nos anime y eleve nuestra potencia de actuar. En tal sentido el futuro sería un no-medible: nada de lo conocido daría su talla. Habría que vivirlo, nada podría sustituirlo, ni parodiarlo. El tiempo tiene una dirección privilegiada, fluye en flecha con un delante y un detrás inconfundibles.


José Guillermo Molina Vélez
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Diciembre 26 de 2020



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