lunes, 11 de mayo de 2020

Fluir





fluir
cuerpos de agua


A la cálida sombra de los robles rojos en Barranquilla




Aquí donde tanta dulzura inspiraba tu lecho
  donde la placidez de tu cuenca
licüaba mi ansïa
y derretía mis hórridos días de rezos
(al calor actual de su íntimo licor,
gozosa espuma devenía
coronando de volátiles besos
tu cuerpo, tu frugal sabor
  y tus ígneas bocas sedientas).

Ola sobre roca:
Mi ardor en tu dureza.
Lo suave de tu mármol,
mi íntima aspereza.

Aquí donde se acuna
en óntico caracol
este himno de sordo silencio,
convite al abrazo, al desvelo
con nocturna fragancia
de incógnita diosa extranjera;
aquí donde acumula
la noche süave terciopelo
vengo yo a navegar ardiente
y a buscar de tu amor la lozanía,
ese tacto de embaidor amorío
-tu piel, tu aliento moribundo:

¡lo único, quizás lo único mío!
¡Navegar por tus flancos el cosmos!

Letal mormorio de originaria fuente
grabado en rauco fragor de mundo,
coreado clamor, amor vacío
de salvajes motores de espasmos
- rugido de cornubianas en tonal hiperfuria.
Oraba en do mayor el roqueño vocerío


animando cadenciosa lujuria
en las ninfas moduladas de los manantiales,
ceñidas por sinuosos dedos de meteoria:
ese flujo anónimo en sidérea metabolia,
probado en los saltos y aventuras,
donde recobran los hilos su secuencia
y refrescan los polos su eficiencia
de totales ceros nucleando historia.

Borbotón de vida demoliendo vidas
e incorporando del cosmos el zumo
el néctar puro límite entre ser y pensar
entre lo actual y lo ante-futuro:
místico delirio de quebradas,
tierno germinal del infinito.

Yo busqué con los soles del goce
la fresca miel que henchía tus matorrales
y al libar en tus labios de selva
su gloriosa armonía de eléctrico roce,
en voraz danza de sitibundia,
recobraba del sueño juvenil taumaturgia
y me atrapaban bosques de felpa,
en ambrosías me devoraba tu anhelo
- te envolvía el sopor adivino de los sabios
acunando exacta los vórtices de mi vuelo -,

e ingresaba en la fragua
en el magma de signos convulsos,
en tu vientre de tormentas,
pozo de limbos
do se gestan las galaxias
y se insinúan señales
cual rostros vivos del fondo:
alud de guijarros en geografía de absurdos.

En deliciosa fluidez,
me abrazaba a las playas de nada,
las playas sólo playa,
candente línea,
umbral de incertidumbres,
plenitud apolínea,
sin extensiones ni consuelos de canalla
puro desierto y calidez.
       Canto puro de albas muchedumbres
Me abrazaba a las playas y a las cumbres,
libre del pathos de la avidez:
deseando sólo nada
siendo dicha y volátil brizna.

Sonámbulo, en viaje último hacia el agua
de polimorfos himnos en mezcla,
hacia el agua fresca de tus muslos;
  borracho con el exótico néctar de tus estambres
borracho y sonámbulo,
de tus acuíferas cuevas prisionero,
esperando en medio de tus sombras,
dehiscentes ópalos pletóricos de sueños,
alumbrando con fuerzas de deseo
primicias de la semilla vacua:

Que fulgiera de pronto
en rictus de miel y flor
la mágica impronta de tu pulcro sexo,
la muelle erección de tus olimpos leche-rosa,
el secreto flogisto, polen de fuego
en que fosforecía tu gracia,
tu orgánico ardor,
por cima de genios y colectivo coro,
consagrada en pagana liturgia
su sensüal flotación de femíneos aromas,
el vacío milagroso de su espíritu,
de la undívaga llama meteoro.

Que entonaran su fuerza
tus frugales senos
al compás del untuoso murmurio
el grácil saxo
que tejía tan dulce tu pïel de caricia:
flauta metafísica abriendo la mañana plena,
desflorando los pétalos silentes
con la pluma lechosa de menguante luna.

En contraste, mis cavitantes trenos
urdían en la noche de cántigas ingenuas
(inútiles quejas inconsútiles
 apuntaban la noche morena),
mi nueva página de riesgo y leticia,
último mundo que fabuló mi febricia.



Que henchidos de dulce maná
y erectos de estremecida tersura
se entonen tus pechos en volcán,
desbocados cuerpos de agua y ricura
colmando mis codicias,
mi sequía y mis luengas hambrunas,
de rocío y celestes albricias.

Ululaban las sirenas su aire de romanza,
bramaban las atmósferas
borrascas de electrones arlequines:
El canto de llameantes voces azules
imprimía en fugas y transientes
sus ráfagas de aire raro
entre seres de dudosa esencia,
actores sin rostro de quemante trilla
operando muy por encima
de sus propios nombres accidentes,
 musicales aleluyas,
grabados en rosada arcilla:

ceniza virgen de los amantes,
página tierna de sexo abstracto,

desmemoriada harina de ataraxia,
flotando en amnesia de jazmines.

Grillos de luna y nieblas y abedules
empataban en silencio nuestras pieles.

José Guillermo Molina Vélez
BARRANQUILLA, Noviembre 1992
MEDELLÍN, EL CORAZÓN, 1995
LA DORADA (CALDAS),  Marzo-Abril 1996
Mayo 12 de 1996
MEDELLÍN, EL CORAZÓN, Enero 1997
                      Mayo 11 de 2020

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