No dejaría hablar al pasado.
Sólo darían su nombre los eventos no acaecidos
y me traerían el aire fresco de seres desconocidos.
Quería que hablara el yo que no conocía
quizás el que desde niño
hubiera sido pero se mantenía al margen
bajo la presión del pasado agobiante
Para ello tenía que hacer un silencio blanco
y que arribara esa nieve callada
de los seres que vendrán después de mi
que prescindirán de mi ruta pasada
para ser de lleno sueño loco
de algún astro en su volcánica formación
con el noble cristal, el carbón y el marfil.
Llegaría así una rara flor del cosmos
de metálicos pétalos,
con carnosos labios y eternas semillas,
que devoraría las voces antiguas
escritas en pasiones de memoria
y alfabetos de animales
afines a viejos amores y odios.
Su voz poema de abstracto ángel
penetraba musgos, bosques y desiertos
con nueva escritura de lluvias en maná
y ahora nacerían celestes figuras
nunca imaginadas ni en esos éxtasis
de los más encumbrados humildes santos
que vivieron de sobra en pasadas tierras.
A su paso, el corazón de enredo y cizaña
se placería en arpegios de amplias sedas
entre regulares ritmos de Bach
y emocionados alegros de Vivaldi
del todo afuera de las groseras hordas
y navegaría los galácticos mares
en búsqueda de celestial dueña.
Suplicaba en esa nueva lengua
que me trajeron los ángeles del cielo
al núcleo ígneo de la montaña
sacrifiqué las fogatas de los lares
que iluminaban en silencio naranja
las combustas historias de los hogares
por ver nacer canto en astral fragua
José Guillermo Molina Vélez
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Noviembre 1-3 de 2020
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