lunes, 19 de marzo de 2012

Árbol prisionero


Ese árbol preso en sus raíces
Temblaba bajo invisible brisa
Madurando en orden sus naranjas
sujetado por raicillas escondidas,
que hundían con fe uñas tenaces
en la materna humedad de las esponjas

Se reía entre azules de junio,
encargando a los señeros vientos
sus lejanos suspiros, sus locas ansias,
sus cuitas de amores retenidos
a las gitanas abejas tornadizas
o a temibles abejorros del imperio.

Mientras chicas de flotantes blusas
rumoraban perlados amores
y prodigaban besos medusas
entre sombras de madera fresca
y sus verdes de hoscos tornasoles
se fundían luego con la luz arisca.

Sólo él quedaba fijo
De coordenadas prisionero
Soportando los mutantes cielos
Y  cubriendo efímeros amantes.
Sólo el flotaba todo celos
En el aire pícaro de junio.

Ese árbol era mi fagot secreto
Hecho al susurro de microfusas
En este suelo de asfixia y academia
De múltiples alegrías sin sujeto
Y gracias de las aves infusas
Cobijando los amores de las gamias.
Mientras gozosas notas se perdían en el cielo
Graves acordes hurgaban los estratos.

Crudo remolino atornillaba su follaje
Contra broncíneos nubarrones
Mientras los pesados goterones
Se clavaban en su suelo de doctores
Llevando celeste leche a los profundos
Contando a las negruras saga salvaje
De meteorias revueltas por las luces
Y siniestra pavura envolviendo a los poetas

Subía en silencio el néctar que hacían las raíces
Mientras amenazaban sus copas los truenos futuros.
Subían en silencio los ácidos licores,
Mientras temblaban de emoción las copas anacoretas
De hojas verdes, maduras y en capullos,
Creyéndose en fuga por los cielos vagarosos

Llevaban su maquínico alegro
A las oscuras raíces ateridas.
La tierna luz de los hornos estelares
Bajaba hasta las negras entrañas
Donde danzaban afilados sus rizomas
Procurándose la sacra savia
El oro negro que subirían a las crestas
Halados por los soles de verdes agujetas

Ese árbol sólo entonaba síes y noes
Allegros con fuoco y adagios de hondo espíritu
El canon de pulso analfabeto
Que copiaban en unos y ceros
Vivaldianos  petirrojos encendidos,
Azotados por los rayos en Do Mayor,
Sobre las hojas, las ramas y los tallos
De su cuerpo clavado en perpetuo motu

Temblaban sacudidos por terrores
O deliquios  indecibles
Que se gritaban de monte a monte
Entre arcoíris de fastuosas risas
Que tiznaban de fiesta sus diminutas lágrimas
A horcajadas de citadinas prisas

Prefería en su prisión la tierra bruna
Profana matrona sin altares
Cifradas decisiones de raíces ahogadas
Orientadas por los frescos manantiales
Entre la ciega negrura sin señales
Y más que sol quería romanza y luna

Ese árbol prefería el éxtasis de sombras
De sumergidas raicillas virginales
En nutrientes tinieblas de tierra sorda
A las locas danzas de sus hojas
Ebrias de luz y tempestuosos aires
O en las noches de perfumadas hordas.

Un día de Junio de 2010
Con los viejos Petirrojos que me acompañaban
En mis años de prisión en esa desdichada academia ahora
Como cuando enseñaba en la Universidad de Medellín
Entre 1980 y 1984

Dedicado al recuerdo de Oscar Toro,
Mientras me hacía compañía mi aérea Mechitas.


José Sereno
Febrero 9 de 2011

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