jueves, 15 de marzo de 2012

Fiestas de luz


Llegué de prisa
Junto a mi reina Maydes
Buscando compartir con ella esa escasa luz de milagro
Que nos elevaba en los ingrávidos brazos de Dios
Y nos ponía en espía de su paso subrepticio
La sorpresa dorada de su Intensa Ausencia
Pues no era nada, sólo que nos tensaba en insoportable ingravidez.

Algo me decía que debía apurarme
Que no la compartiríamos por siempre:
Esa luz prodigio
Llegaba de repente
Elevaba el alma como nada sabía hacerlo
Y desaparecía engullida entre las sombras y los grillos noctámbulos
Entre locas armonías de viejos bohemios.

Llegué de prisa
Al filo de la tarde
Para disfrutar con Mechitas
Una cacería de crepúsculos en el viejo Corredor del Corazón.
Lo más seguro, nos tocaría una de esas fiestas de luz
Bajo la bóveda dorada del cielo de un día… Que ya no volverá
Como no volverá ella a acompañar mi alma desolada.

Solo bajo este cielo inmenso
bordeado de flores y pinos gigantes
que me borran en el tablero de la noche
lograré sentir
su roce imperceptible
su voz inaudible
su gracia de princesa diluida.

Para qué me engaño?
Ella nunca volverá a tomar el té a la hora maravillosa?
El té que dejó
ya anda todo envejecido
Insípido e intomable. Ni té ni café!
Si acaso un wiskey que me borre la memoria
Y me adormezca en sus virtuales brazos

De nube y música nocturna
Será su lecho para mi pobre alma
En los futuros días.
Pero sé que estará conmigo
Me hará gemir junto a su lecho suave
Me dará en silencio mis versos
De su celeste paz.

Tendré que celebrarlo solo
Y sentir el paso cosquilleante
De la dorada gracia que precede a la noche.
Algún leve murmullo de brisa bastará para invocarla
Y traer a mi lado su eminente corazón.
Podré irme entonces al fondo de la más oscura noche
Con la luz de su sonrisa y la seda de su piel contra mi rostro.

En el espacio del sueño ella me teletransportaría entre los dioses
Al indomeñable Olimpo,
y en sus mesas de nube y alabastro
Escribiríamos los versos de la nada y lo infinito
Del cero indio y el Cantoriano Universo
En su más íntima comunión
Hecha en los altares de la mediación.

Su presencia allí me garantizaba
Total levedad ante la gran Presencia
y la escasez sonora de los grillos solitarios.

1 comentario:

  1. Mechitas cuánto te amé! Pero eres ahora mi sustrato y condición de aliento, el dulce manto de la Virgen que me sostiene en vilo ante el abismo del incomprendido mundo

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