miércoles, 28 de marzo de 2012

Esa luz que duele


Esa luz que duele
Con el brillo de las colinas
Esa luz de lustre rubio
Con cara de mujer
Lejanía de occidente
Belleza ausente
Y en universal desprecio
En súbita
(gracias palabras del instante)
En súbita transgresión diamante
por las calendas del sueño y del recuerdo
que flotaban acaloradas a las cuatro de la tarde.

Esa luz pura
Femínea indiferencia
Que pasa insensible
Ante los cúmulos de enamorados
Y los barre con su sensüal cadencia...

Ellos se entregan a su augusta ignorancia
Y extáticos sucumben a la llama dura
De sus ojos esfíngeos azarados
Que comprenden y borran de consuno
En la intuición perfecta del autoser sin sexo
Las frágiles cánulas de su música  nula.

Esa bóveda en oro anciano, 
pasajera y fugaz
esa luz de las seis y quince
de este 28 de marzo
me dejaba llorando sobre las lianas humildes
y me entregaba a las sombras de Rembrandt 
o acaso de Turner marino
en este confín de Antioquia


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