Esa luz que duele
Con el brillo de las colinas
Esa luz de lustre rubio
Con cara de mujer
Lejanía de occidente
Belleza ausente
Y en universal desprecio
En súbita
(gracias palabras del instante)
En súbita transgresión diamante
por las calendas del sueño y del
recuerdo
que flotaban acaloradas a las cuatro
de la tarde.
Esa luz pura
Femínea indiferencia
Que pasa insensible
Ante los cúmulos de enamorados
Y los barre con su sensüal
cadencia...
Ellos se entregan a su augusta
ignorancia
Y extáticos sucumben a la llama dura
De sus ojos esfíngeos azarados
Que comprenden y borran de consuno
En la intuición perfecta del autoser
sin sexo
Las frágiles cánulas de su
música nula.
Esa bóveda en oro anciano,
pasajera y fugaz
esa luz de las seis y quince
de este 28 de marzo
me dejaba llorando sobre las lianas humildes
y me entregaba a las sombras de Rembrandt
o acaso de Turner marino
en este confín de Antioquia
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