El tiempo del corazón
se va volviendo piel,
arena, ingrávido polvo
y su plurítona música
se va volviendo ruido
disuelto canto insomne.
Piel sobre huesos de chamizo,
piel andante,
urna en delicada rosa
que guarda un alma parlante
en rememoración incesante
guardando fogata calurosa
Es el tiempo de su pasado,
dejado al lado
por el gran motor
que tiene su número escrito
en las doradas cifras del fuego
y brujo flogisto al rojo vivo.
El gran motor del corazón,
padre loco del amor,
hecho a las calles del cosmos
padre ignorante, tenaz y duro,
buscando sólo su nuevo pasto,
latiendo lejos de dioses y amos,
hecho para rodar sin gasto
entre asaz cascajo del martirio
la queja, el gran dolor
de inmenso placer y oscuro ardor
que matiza las noches oscuras
con eternas psicodelias en delirio,
en las que en vano
implora el dulce final
el último silencio,
la dulce luz del gran vacío,
cuando el pasado se vuelve piel,
no bien llegan el alba y el rocío,
en segunda y tercera intención
o n-ésima in-tensión
loca costura de un alma apócrifa,
de un traje inconsútil
hecho por las parcas brujas
a espaldas del harén del califa
Mientras los atentos búhos
vigilaban mi castillo,
la piel dejada por el gran señor
cuidaba cielo en ese rugir de pillo
forraban su gracia en labios dúos
y envolvía entre sueños su furor.
José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Agosto 12 de 2020
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