jueves, 20 de agosto de 2020

Espejo en negro



Me acerqué a su alma

y ya no me veía:

o de ella carecía

o se había difuminado mi  rostro

o su amor ya no brillaba.

Lo empañaban sus lágrimas secas,

sus restos y cenizas y carbón,

su aparente indiferencia

me libraba ya de mi antigua devoción,

me curaba de mis tontas hipotecas.


Las caspas de sus antiguas caricias

cubrían con martirio de pierrot

el espejo donde siempre 

antes me entregaba a mi diosa

donde libaba mi néctar

antes del tiempo ya nulo

en aquel cielo eterno 

en que me acunaban sus brazos.


Ahora ya libre de su influjo

danzaba feliz sin peso

en el aire limpio de la mañana.

En el espejo ya nada aparecía

de modo que la diosa y su embrujo

se habían consumido en pleno día

velando el corporal espejo 

en que solía fraguarse nuestro amor.

Un odio oscuro y perenne

fluía ya desde su fondo de terror.


El espejo lucía en negro

como una fosa abandonada

de la que salía un aire mortífero

un tufo de desamor.

Aunque repugnante,

agradecí sentirlo 

para extirpar por siempre 

el amor por ella que en mí no dejaba de latir.


Del espejo en negro de ese final

brotaban ahora nuevas caras

corrientes y aromas vivificantes,

deseos de impulso desconocido

nos empujaban lejos en algazaras

a los prados del edén perdido.


José Guillermo Molina Vélez

Medellín, El Corazón Finca Villa Mercedes

Agosto 19-20 de 2020

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