jueves, 27 de agosto de 2020

Dorada luz ilusa

 





Esa luz que duele 
Con el brillo de las colinas
Esa luz de lustre rubio
luz de virgen sensual
Difusa cara de mujer
Lejanía de occidente
Belleza en ausente tejer
Y en universal desprecio
trás metafísica máscara dual
por do surtían milagrosas harinas

pasando en fuga casual;
luz de punzantes esquinas
En súbita transgresión diamante
por las calendas del sueño 
y del impecable recuerdo
que flotaban con calor carnal
de voluptuosa leche niña
a las cuatro de ese sublime despertar,
cargado de espeso cariño
en brazos de la madre galaxial.

Esa luz pura
Femínea indiferencia
Que pasa insensible
Ante cúmulos de enamorados
Y los barre con trenzas de abrazos
entre sus sensüales cadencias...

Ellos se entregan a su augusta ignorancia
Y extáticos sucumben a la llama dura
De sus azarados ojos esfíngeos 
Que comprenden y borran de consuno,
En total intuición de autoser sin sexo,
Sus frágiles cánulas de música  nula.

Esa bóveda en oro anciano, 
pasajera y fugaz
esa luz de neutra reliquia
de ese día de marzo
me dejaba en llanto pertinaz
sobre humildes lianas en cuarzo
y me entregaba sin más 
a los claroscuros del gran Rembrandt 
o a ciclones de Turner marino
en el lejano confín de Antioquia.

Esa luz que en desierto huye 
cual una acosada deseante virgen
se cuela pronto,
                       en mínimo pensable tiempo, 
en abierta alcancía  de ocaso
y la atrapan abismos de carbón
en utópico fracaso,
siempre a destiempo,
muy muy cerca del divino aluvión
sagrada piel del sueño
que al fondo del Helesponto ruge,
prometiendo tiempo al no-ser
formando en curvas rutas de placer.

Con curvas de dulce mujer 
cebraba nocturnas sombras 
la pasajera luz ilusa;
llenaba de sueños 
los bordes en oro
de copas bohemias
y al amante llenaba de extraser,
de sobreabundante gracia infusa

Bañado en la leche de su amor
abrumado entre las dichas 
quedaba consagrado a la felicidad
sumergido en las sedas de su ternura
bajo el bálsamo dulce de sus caricias
embrujado por la libido de su ardor:

se va el Óbolo del día
por el horizonte esquivo 
de perenne infinito en fuga
hunde su rojo cansancio
en ojo-sueño de nocturna alcancía 
masaje de la noche en tormenta oscura
 en oro de ilusiones remosaría
sus rayos de agotado silencio

le cubrían las flores en botones 
de la magna noche madre
hecha de besos y caricias;
le envolvían en bálsamos de olvido
para que siguiera brindando delicias
en su rotar armónico por noches y días
y dotara a ese tiempo de terrones
con el tierno núcleo del sentido
que le infundía aliento a los vivos
en su función esencial de padre.




Al día siguiente
fuente de pura energía, 
debía llenar de fuerza
colmar de alegría
a las margaritas y los girasoles
y a todo minimal existente
infundirle los goces
de que la simple vida versa.

José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Septiembre 30 de 2019
Agosto 27 de 2020

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