Entre las
cerebrales cántigas
de Dvorak,
Schubert, Bahms y Vivaldi
tomaban cuerpo en
las horas del silencio
gemidos de erial y
cantos de sirenas
voluptuoso
pensamiento en carne viva
azotando con
fruición las faldas de mis montes,
los filones en
cristal de mis perdidos años:
salían a la
luz canecidas ruinas
baldías páginas de
sufridos sueños
ponían al desnudo
sus risas danzarinas.
Se encendían
antiguas róseas orgías
y entre los
vientos implacables de los chelos
estallaban las
risas de flautas y violines
y damas de carmín
que entonan alegrías
fundando a su paso
ángeles y nubes
de róseos sexos
danzarines
y noches
impías en derretidos cielos
de amantes lunas y
ebrios querubes
componiendo la
gran fiesta de los siglos
con los grillos,
luciérnagas y músicos.
Entre los devaneos
del aire enrarecido
y los pases magnéticos
de abstractas danzas,
se perdían en
sombras los órganos ilusos
insinuando
encendidas curvas de hembras
cuyos nombres de
prohibidos versos
escondían sus
gracias en las penumbras,
se perdían sin
remisión en las atmósferas
trazando poemas
hiperácidos de pérdidas
que desplegarían
en andantes amorosos
móviles mapas
de diáspora y guerrillas.
Mi espíritu
incandescente
de armónico girar
en seco
buscaba en su
volcán de esquizias
las dulces aguas
en concierto
que calaran su
oración por todo hueco
e impregnaran en
sus albricias
la fiebre de las
ígneas arenas
cuidanderas de
caminos y áridas estepas,
sin pastos ni
arroyos ni arboledas,
sólo sílfides en
danzas vaporosas
entre las seductoras dunas
flautistas de
notas agarenas
cantaban sonatas
de Tiresias,
con el temple de
perennes errabundias,
tras el instante
de repentino júbilo,
que en
cristal de rotas inocencias,
zanjara los
estratos de los órganos
con las marcas
abstractas de la noche
que inventaba las
flores del placer
en el piélago
oscuro del dolor mental.
Pues ante todo era de bendecir
el regular silencio en bajo continuo
en que se sucedían días y noches
entre gallos, pájaros y grillos
punteados por el agorero canto del búho
viendo el crecer de flores y tallos
Y más si surgía una leyenda de amor
en incontrolable trémolo
marino
cuajando de besos y suspiros
las hojas sin tema de los mundos,
sembrando hordas
de vapores
sedientos de danza
y de olvido
que vagan con voz
de platino
platicando esquema
de gozo transfinito.
Si acaso esa
oración en fuga
Enderezaba lomos
peregrinos
Y estremecía las
hojas del laurel.
Si no fuera la
canción el único vórtice
Que aglutina los
bordes de sus diferencias
en fractales de
intensa dispersión,
la inmanencia
absoluta
y el vértigo del
movimiento puro.
De pronto reinaba
el azul
un dulce retorno a
la nada y el ónice,
al gran sueño del
carbón
que preludiaba la
fiesta del granito
en los jardines
moleculares de la luz.
Toda la tormenta
de hullas
había disipado el
suave tul
contra el fondo de
cobalto infinito
y dejaba al
desnudo el eterno día
que debíamos
cruzar en danza y carnaval.
En grande silencio
flotaba ahora
el hálito y
carisma del mundo
tras densa noche
de llovizna que murmura,
Y abrazo hueco de
tambor meditabundo,
sutil destello de
diamante
anunciando la
vuelta del Sol,
como si su luz ida
fuera recuperable
pero sólo era el
canto a lo irrecuperable:
la beatitud nunca
regresaría,
conquistarla era
reconciliarse con el tiempo perdido
a la espera quizás
de nuevos y más gloriosos paraísos
Y funda en febril
manto,
con ilímites
superficies Moebius,
el orbital
silencio de dios,
hecho sólo de cántigas y fiesta
el dios de una
sola cara
donde la luz de
afuera trasparenta
los vertiginosos mapas de adentro
poblados de agujeros en algazara.
José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón, Finca Villa Mercedes
Agosto 5 a 8 2020 con bases de 1998 y 2000
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