miércoles, 10 de enero de 2018

Piedras vivos altares

Los errores del hombre se esculpen en la roca
Mientras sus virtudes se escriben en el agua
William Shakespeare
Las piedras tienen vida,
son costras,
entumecidas pieles a la deriva
de vidas persistentes,
guardianas de las fuentes
do preciosas cifras fulguran,
mientras un nuevo héroe en caracol
rememora adagios de canciones nuestras
sinfonías remotas del antiguo sol,
esculpidas en etéreas partituras

por astrales inconsultas Parcas
incansables hacendosas huestes,
desprovistas de manidas figuras,
enrutando herméticas arcas,
que encerraban un ciego Dios
cuya luz llenaba de ser lo existente,
un lleno escrito con vacuos en contrastes
un ser escrito en burbujas
de no‑seres delirantes,
ardidos en febriles silencios.

Piedras limpias y virginales
 serán nuestras vidas futuras,
lápidas inminentes,
seguras Cartujas
del ensueño y el letargo azul,
altar del gran rito
donde se juega sin cesar,
en justiciera balanza,
el perpetuo azar
de existencia en grito,

al filo intenso de la danza
en que la molían crueles guarismos
desgarrada virgen en tul,
en cuyo vientre jugaban sus dados los Hades
su pureza de Princesa ofrendada a los Abismos
por los Guardianes del Mito
entre poros‑pozos‑paroxismos
de las mesuradas Madres‑Montes.

Las piedras siempre altares
Formaban la existencia
en redes de cristales fijos
con movimientos nimios
en hipotéticos vergeles.

Las piedras amorosas
guardianas netas
tan tranquilas, tan eternas
de auténticas líquidas escrituras
capaces de toda potencia de varianza
grababan el testamento en cifras
del gran pasado de migrantes 
almas‑nombres-láminas
que componían en meteoria
su vacilante paso imperceptible.

Las Piedras son antepasados expertos,
Pedazos de nuestras caras lisas
con más de cuarenta visitas
a los profundos hornos
del Macma justiciero;
las piedras son nuestros sellos purificados,
perdurables adornos acrisolados,
imborrables estigmas que nos distinguen
y nos enumeran sin posible cuenta
en el viaje certero
a profundas superficies de soles internos
números insondables,
insalvables, inevitables
que nos devuelven a corrientes paralelas:

pasar por los hornos
era vivir la absoluta individuación
el cuerpo absoluto en acuarelas
de vetas puras, primigenias
sin órganos, sin pactos
la única experiencia del átomo en cocción
bordeando en dorados contornos
sus centros vacuos
donde imperaban microdelirios
 que anudaban el sentido,
componían los continuos
con la pérdida de viejos juicios.


Nuestra triste miente‑mente que olvida
en seguida
y traiciona y delira
y quema en honor a las piras
del inmenso cosmos que en silencio llora:
¿Cuánto más duraría el viaje,
la sinfín errancia
sin el debido traje?
 ¿Cuánto más
En arena que desmorona?

¡Cuánto más, Usargot,
Cuánto más viajáramos por la eterna esfera!
¡Tanto más cerca de aquesa mujer de Lot!
En éxtasis de piedra
O congelada cera,

¿Cuánto más se extendería esta transmutancia
entre harapos sin nombre,
loca saga entre girones de alma
cuyo mutismo a nadie enamora,
ni en piel de mundo alucina
sino tan sólo entre cielos y leteos
sin salida involuciona?

¿Cuándo al fin vestiremos
el sayal austero,
de preciosos cristales altaneros,
el sayal de aceros
en lámina templada,
o el cifrado sello fósil
para atravesar las atmósferas de hielo
en busca de amante en huida
o la buhída amada
en nocturno vuelo?

O lisas y pulidas
brillantes cornubianas,
amantes de las aguas rumorosas
de sus coros de gotas
y caricias de láminas en lenguas
de los vientos con sus prisas y quejas
sus sacos de palabras
de mensaje único.

Después de los fuegos
e inauditas presiones
de sus metamorfias circulantes
por macmas y volcanes,
sólo les hablaban,
los vientos, las aguas de cielos
los aromas de vegetales almas
del milagroso paso inevitable
con el que aún brillaban efímeras
de flores y leteas canciones
las vagarosas praderas
que palpitaban de sueño y añoranza

Amantes del silencio espléndido que las aplanaba
en altares impenetrables,
 en el seno de un tiempo primordial
en éxtasis bendito
desgranando rosarios de instantes
que le tejían a la tierra un manto de oraciones
un cuerpo difuso
levitante lito
 de vacíos y ausencias
en gran himno colosal
que entonarían en coro las mujeres de sal.



José Guillermo Molina
Medellín, El Corazón
Julio 20-24, Agosto de 2008
Marzo, abril de 2013

Enero de 2018

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